La Temperancia
Capítulo 6—La juventud y el futuro
Un índice para el futuro—Los jóvenes de hoy son un índice seguro para el futuro de la sociedad; y tal como los vemos, ¿qué podemos esperar para ese futuro? La mayoría son aficionados a la diversión y renuentes para trabajar. Carecen de valor moral para negar el yo y responder a las demandas del deber. Tienen solamente poco autocontrol, y llegan a estar excitados y enojados por el motivo más insignificante. Muchísimos en cada edad y etapa de la vida están sin principio o conciencia; y con sus hábitos ociosos y manirrotos están precipitándose en el vicio y corrompiendo la sociedad, hasta que nuestro mundo se convierta en una segunda Sodoma.—Christian Temperance and Bible Hygiene, 45. Te 165.2
El tiempo para establecer buenos hábitos—Si en la juventud se forman hábitos correctos y virtuosos, éstos generalmente caracterizarán la conducta del poseedor a través de la vida. En la mayoría de los casos, se encontrará que aquellos que en su vida posterior reverencian a Dios y honran lo recto, aprendieron esa lección antes que el mundo tuviera tiempo de estampar su imagen de pecado sobre el alma. Generalmente, los de edad madura son tan insensibles a las nuevas impresiones como lo es la roca endurecida; pero la juventud es impresionable. La juventud es el tiempo de adquirir conocimiento para practicarlo diariamente durante la vida; es entonces cuando puede formarse fácilmente un carácter recto. Es el tiempo para establecer buenos hábitos, obtener y mantener el poder de autocontrol. La juventud es el tiempo de la siembra, y la semilla sembrada determina la cosecha tanto para esta vida como para la vida venidera.—Counsels on Health, 113. Te 165.3
Ser temperante es ser viril—El único camino en el que cualquiera puede estar protegido contra el poder de la intemperancia, es absteniéndose totalmente de vino, cerveza y bebidas fuertes. Debemos enseñar a nuestros hijos que a fin de ser viriles no deben tocar estas cosas. Dios nos ha mostrado qué constituye la verdadera virilidad. El que venciere será honrado, y su nombre no será borrado del libro de vida.—Christian Temperance and Bible Hygiene, 37. Te 166.1
En nuestras grandes ciudades hay cantinas a la mano derecha y a la izquierda que tientan a los transeúntes a complacer un apetito el cual, una vez establecido, es sumamente difícil de vencer. Los jóvenes debieran ser enseñados a nunca tocar tabaco o bebida embriagante. El alcohol roba a los hombres su facultad de raciocinio.—The Review and Herald, 15 de junio de 1905. Te 166.2
Nadab y Abiú habían formado el hábito de beber—Cualquier cosa que menoscabe la fuerza física, debilita la inteligencia y la hace menos clara para discernir entre el bien y el mal y entre lo justo y lo injusto. Este principio está ilustrado en el caso de Nadab y Abiú. Dios les encomendó la ejecución de la obra más sagrada, permitiéndoles que se acercasen a él en el cumplimiento del servicio que les había señalado; pero ellos tenían la costumbre de tomar vino y emprendieron el servicio sagrado del santuario con la mente confusa. ... “y salió fuego de delante de Jehová que los quemó, y murieron delante de Jehová”.—La Educación Cristiana, 295. Te 166.3
Una advertencia a los padres y los jóvenes—Padres e hijos debieran ser amonestados por la historia de Nadab y Abiú. La complacencia del apetito pervirtió la facultad de raciocinio, y condujo al quebrantamiento de un mandamiento expreso, lo cual trajo el juicio de Dios sobre ellos. Aun cuando los hijos pueden no haber tenido la debida instrucción, y sus caracteres no hayan sido moldeados apropiadamente, Dios se propone relacionarlos consigo mismo como lo hizo con Nadab y Abiú, si hacen caso de sus mandamientos. Si con fe y valor someten su voluntad en sumisión a la voluntad de Dios, él les enseñará y sus vidas serán como el lirio blanco puro, pleno de fragancia en las aguas estancadas. En el poder de Jesús deben resolverse a controlar la inclinación y la pasión, y ganar victorias sobre las tentaciones de Satanás cada día. Este es el camino que Dios ha señalado para que los hombres sirvan a los elevados propósitos divinos.—The Signs of the Times, 8 de julio de 1880. Te 166.4
El único digno de honra—El joven que está determinado a mantener su apetito bajo el control de Dios, y que rechazó la primera tentación a beber licor embriagante diciendo con cortesía pero firmemente: “No, gracias”, es el único digno de honra. Que los jóvenes asuman su posición como abstemios totales, aun cuando los hombres que ocupan un elevado sitial en el mundo no tengan el valor moral para tomar osadamente su firme posición contra un hábito que es ruinoso para la salud y la vida.—Carta 166, 1903. Te 167.1
La influencia de un joven consagrado—Un joven que ha sido instruido por la recta enseñanza hogareña llevará sólidas maderas en el edificio de su carácter, y por su ejemplo y vida, si sus facultades son empleadas debidamente, llegará a ser un poder en nuestro mundo para conducir a otros hacia arriba y hacia adelante en el camino de la justicia. La salvación de un alma es la salvación de muchas almas.—The Review and Herald, 10 de julio de 1888. Te 167.2
Tejiendo una tela de hábitos—Recordad que estáis diariamente tejiendo para vosotros mismos una tela de hábitos. Si estos hábitos están de acuerdo con la regla bíblica, estáis dando cada día pasos hacia el cielo, creciendo en gracia y el conocimiento de la verdad; y Dios os dará sabiduría como se la dio a Daniel. No elijáis los caminos de complacencia egoísta. Practicad hábitos de estricta temperancia y sed cuidadosos en guardar santamente las leyes que Dios ha establecido para gobernar vuestro ser físico. Dios tiene derechos sobre vuestras facultades: Por eso es pecado la negligente desatención a las leyes de la salud. Cuanto mejor observéis las leyes de la salud, más claramente podréis discernir las tentaciones y resistirlas, y más claramente podréis discernir el valor de las cosas eternas.—The Youth’s Instructor, 25 de agosto de 1886. Te 167.3
El ejemplo de Daniel—Ningún joven o señorita podría ser más penosamente tentado que Daniel y sus compañeros. A estos cuatro jóvenes hebreos se les asignó su ración de vino y carne de la mesa del rey. Pero ellos eligieron ser temperantes. Vieron que había peligro por doquiera, y que si ellos habían de resistir la tentación, debían hacer esfuerzos más decididos de su parte, y confiar los resultados a Dios. El joven que desee resistir como Daniel resistió debe ejercer sus facultades espirituales al máximo, cooperando con Dios y confiando totalmente en el poder que Dios ha prometido a todo el que viene a él en humilde obediencia. Te 167.4
Hay una constante guerra que debe reñirse entre la virtud y el vicio. Los elementos discordantes de uno, y los puros principios de la otra, están luchando por la supremacía. Satanás está aproximándose a cada alma con alguna forma de tentación tocante a la complacencia del apetito. La intemperancia es terriblemente prevaleciente. Miremos donde miremos, contemplamos este mal fomentado livianamente. Te 168.1
Rehusar es honroso—Los seguidores de Jesús nunca serán avergonzados por practicar temperancia en todas las cosas. Entonces, ¿por qué algún joven debería sonrojarse con vergüenza al rehusar la copa de vino o la espumosa jarra de cerveza? Una negativa a complacer el apetito pervertido es un acto honroso. Pecar es indigno de un hombre; dar rienda suelta a hábitos dañinos en el comer y beber es ser débil, cobarde y degradado; pero renunciar al apetito pervertido es ser fuerte, valiente, noble. En la corte de Babilonia, Daniel estaba rodeado por tentaciones a pecar, pero con la ayuda de Cristo mantuvo su integridad. Quien no puede resistir la tentación, cuando toda facilidad para vencer ha sido puesta dentro de su alcance, no es registrado en los libros del cielo como un hombre. Te 168.2
“¡Atreveos a ser como Daniel, atraveos a ser los únicos!” Tened valor para hacer lo recto. Una reserva silenciosa y cobarde ante malos compañeros, mientras dáis oído a sus ardides, os hace uno con ellos. “Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas”. Te 168.3
Se necesita valor moral—En todos los tiempos y en todas las circunstancias se requiere valor moral para adherirse a los principios de estricta temperancia. Podemos esperar que por seguir una conducta tal sorprenderemos a quienes no se abstienen totalmente de todos los estimulantes, ¿pero cómo llevaremos adelante la obra de reforma si nos conformamos a los hábitos y las prácticas dañinos de aquellos con quienes nos asociamos? ... Te 168.4
En el nombre y por el poder de Jesús cada joven puede vencer al enemigo hoy en la cuestión del apetito pervertido. Mis queridos jóvenes amigos, avanzad paso a paso, hasta que todos vuestros hábitos estén en armonía con las leyes de la vida y la salud. Aquel que venció en el desierto de la tentación declara: “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”.—The Youth’s Instructor, 16 de julio de 1903. Te 169.1
No somos eximidos de la tentación—Daniel amó, temió y obedeció a Dios. No obstante, él no huyó del mundo para evitar su influencia corruptora. En la providencia de Dios Daniel estaba en el mundo pero no era del mundo. Rodeado con todas las tentaciones y fascinaciones de la vida de la corte, se sostuvo en la integridad de su alma, firme como una roca en su adhesión a los principios. Hizo de Dios su poder y Dios no lo olvidó en su tiempo de mayor necesidad.—Testimonies for the Church 4:569, 570. Te 169.2
El resultado de la fiel instrucción hogareña—Los padres de Daniel le habían enseñado en su niñez hábitos de estricta temperancia. Le enseñaron que debía ajustarse a las leyes de la naturaleza en todos sus hábitos; que su comida y bebida tenían una influencia directa sobre su naturaleza física, mental y moral, y que era responsable ante Dios por sus aptitudes; pues todas las había recibido como un don de Dios, y no debía empequeñecerlas o mutilarlas por algún curso de acción. Como resultado de esta enseñanza, la ley de Dios era enaltecida en la mente de Daniel, y reverenciada en su corazón. Durante los primeros años de su cautiverio, Daniel pasó a través de una ordalía que tenía como fin familiarizarlo con la magnificencia cortesana, con la hipocresía, y con el paganismo: ¡Una extraña escuela, realmente, para prepararlo para una vida de sobriedad, laboriosidad y fidelidad! Y sin embargo vivió incontaminado por la atmósfera de mal con la cual estaba rodeado. Te 169.3
El caso de Daniel y sus jóvenes compañeros ilustra los beneficios que pueden resultar de una dieta sobria, y muestra lo que Dios hará por aquellos que cooperen con él en la purificación y elevación del alma. Ellos fueron una honra para Dios, y una luz clara y brillante en la corte de Babilonia. Te 169.4
El llamamiento que Dios nos hace—En esta historia oímos la voz de Dios que se dirije a nosotros individualmente, invitándonos a que juntemos todos los preciosos rayos de luz sobre este tema de la temperancia cristiana, y a que nos coloquemos en la debida relación con las leyes de la salud. Te 170.1
Queremos tener una parte en la herencia eterna. Queremos tener un lugar en la ciudad de Dios, libre de toda impureza. Todo el cielo está observando para ver cómo estamos peleando la batalla contra la tentación. Todos los que profesan el nombre de Cristo anden de tal modo ante el mundo que puedan enseñar por ejemplo así como por precepto los principios de la vida verdadera. “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional”.—Christian Temperance and Bible Hygiene, 23, 24. Te 170.2
Los estudiantes deben tener cuidado—La naturaleza del alimento y la manera en que se come, ejercen una poderosa influencia sobre la salud. Muchos estudiantes no han hecho nunca un esfuerzo resuelto por dominar el apetito, o por observar las debidas reglas de la alimentación. Algunos comen demasiado en las comidas, y otros entre horas, cuandoquiera se presenta la tentación. Te 170.3
La necesidad de tener cuidado en los hábitos de la alimentación, debe ser inculcada en la mente de los alumnos. Se me ha instruido que a los que asisten a nuestras escuelas no se les debe servir alimentos a base de carne y preparaciones de alimentos que se conocen como malsanos. No debe colocarse sobre la mesa cosa alguna que contribuya a alentar un deseo de estimulantes. Apelo a todos para que se nieguen a comer las cosas que perjudican la salud. Así pueden servir al Señor con sacrificio.—Consejos para los Maestros Padres y Alumnos acerca de la Educación Cristiana, 228. Te 170.4
Haced valer vuestra varonil libertad—Jóvenes, que pensáis que no podéis comer los alimentos sencillos y nutritivos suministrados en el Health Institute [Instituto de Salud] y que debéis ir al restaurante y conseguir algo para complacer vuestro apetito, es tiempo que os levantéis y afirméis vuestra varonil libertad.—Manuscrito 3, 1888. Te 170.5
No os metáis en tentación—¿Dejaréis que el empleo temporal y terrenal os conduzca a la tentación? ¿Dudaréis de vuestro Señor que os ama? ¿Descuidaréis la obra que os ha sido dada, de trabajar para Dios? Estáis asociados con una clase de personas que son mundanas, sensuales, y diabólicas. Habéis respirado malaria moral, y estáis en serio peligro de fracasar donde podríais vencer si os colocarais en la debida relación con Jesús, haciendo de su vida y carácter vuestro criterio. Ahora bien, a fin de huir de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia, debéis ser participantes de la naturaleza divina. Es vuestro deber mantener vuestra alma en la atmósfera del cielo. Te 171.1
No debierais colocaros a vosotros mismos donde seréis corrompidos por un compañerismo disoluto. Como uno que ama vuestra alma yo os suplico que evitéis, tanto como sea posible, la compañía de los libertinos, los licenciosos y los impíos. Orad: “No nos metas en tentación”, es decir, “oh Señor, no permitas que seamos vencidos cuando nos asalte la tentación”. Velad y orad para que no os metáis en tentación. Hay una diferencia entre ser tentado y meterse en tentación.—Carta 8, 1893. Te 171.2
Jesús fue sociable y sobrio—Jesús reprendió la intemperancia, la complacencia propia y la necedad. Sin embargo, era sociable en su naturaleza. Aceptaba invitaciones a comer con el erudito y noble, así como con el pobre y afligido. En esas ocasiones, su conversación era elevadora e instructiva, y mantenía a sus oyentes extasiados. No daba permiso a escenas de disipación y jarana, pero la felicidad inocente le era placentera. Una boda judía era una ocasión solemne e imponente, el placer y gozo de la cual no desagradaban al Hijo del hombre.—Redemption: Or the Miracles of Christ, the Mighty One, 13, 14. Te 171.3
Dirigid, pero no reprimáis—La Palabra de Dios no condena o reprime la actividad del hombre, pero intenta darle una dirección correcta. Mientras el mundo está llenando mente y alma con excitación, el Señor pone la Biblia en sus manos, para que la estudie, aprecie y escuche como una guía para sus pies. La Palabra es su luz.—Carta 8, 1893. Te 171.4