La Oración

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Capítulo 12—Oración y reavivamiento

El reavivamiento como respuesta a la oración

La mayor y más urgente de todas nuestras necesidades es la de un reavivamiento de la verdadera piedad en nuestro medio. Procurarlo debiera ser nuestra primera obra. Debe haber esfuerzos fervientes para obtener las bendiciones del Señor, no porque Dios no esté dispuesto a conferirnos sus bendiciones, sino porque no estamos preparados para recibirlas. Nuestro Padre celestial está más dispuesto a dar su Espíritu Santo a los que se lo piden que los padres terrenales a dar buenas dádivas a sus hijos. Sin embargo, mediante la confesión, la humillación, el arrepentimiento y la oración ferviente nos corresponde cumplir con las condiciones en virtud de las cuales ha prometido Dios concedernos su bendición. Solo en respuesta a la oración debe esperarse un reavivamiento.—Mensajes Selectos 1:141. Or 143.1

Hoy existe la necesidad de un reavivamiento tal de una genuina religión del corazón como lo experimentó el antiguo Israel. Igual que ellos, necesitamos llevar frutos de arrepentimiento: apartarnos del pecado, limpiar la inmundicia del templo del corazón, para que Jesús reine en él. Existe la necesidad de la oración—oración ferviente y eficaz. Nuestro Salvador ha dejado preciosas promesas para el suplicante penitente. Tales no buscarán su rostro en vano. Por su propio ejemplo también, Jesús nos enseñó la necesidad de orar. Siendo él mismo la Majestad del cielo, a menudo pasó toda la noche en comunión con su Padre. Si el Redentor del mundo no era demasiado puro, sabio y santo para buscar la ayuda de Dios, cuanto más nosotros, débiles y errantes mortales, tenemos la necesidad imperiosa de la divina asistencia. Con penitencia y fe, cada verdadero cristiano debe buscar con frecuencia “el trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”. Hebreos 4:16.—The Signs of the Times, 26 de enero de 1882. Or 144.1