La Oración

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La oración sin una fe viva no logra nada

La fe no es sentimiento. “Es pues la fe la sustancia de las cosas que se esperan, la demostración de las cosas que no se ven”. Hebreos 11:1. La verdadera fe no va en ningún sentido aliada a la presunción. Únicamente aquel que tiene verdadera fe está seguro contra la presunción, porque la presunción es la falsificación de la fe por Satanás. Or 99.2

La fe se aferra a las promesas de Dios, y produce fruto en obediencia. La presunción se atiene también a las promesas, pero las emplea como las empleó Satanás, para disculpar la transgresión. La fe habría inducido a nuestros primeros padres a confiar en el amor de Dios y obedecer sus mandamientos. La presunción los indujo a violar su ley, creyendo que su gran amor los salvaría de las consecuencias de su pecado. No es fe la que pretende el favor del cielo sin cumplir con las condiciones en que se ha de otorgar la misericordia. La verdadera fe tiene su cimiento en las promesas y provisiones de las Escrituras. Or 99.3

El hablar de religión de una manera casual, el orar sin hambre del alma ni fe viva, no vale nada. Una fe nominal en Cristo, que lo acepta meramente como Salvador del mundo, no podrá nunca reportar sanidad al alma. La fe que salva no es un mero reconocimiento intelectual de la verdad. Aquel que aguarda hasta tener conocimiento completo antes de querer ejercer fe, no puede recibir la bendición de Dios. Or 99.4

No es suficiente creer acerca de Cristo; tenemos que creer en él. La única fe que nos beneficiará es la que lo acepta como Salvador personal; la que se apropia de sus méritos para nosotros mismos. Muchos estiman la fe como una opinión. Pero la fe salvadora es una transacción, por la cual aquellos que reciben a Cristo se unen a Dios por un pacto. La fe verdadera es vida. Una fe viva significa un aumento de vigor, una confianza implícita, por la cual el alma llega a ser una fuerza vencedora.—Obreros Evangélicos, 274, 275. Or 99.5