La Oración

120/387

Oremos por la gracia para resistir la tentación

En la vida diaria tropezará con sorpresas repentinas, chascos y tentaciones. ¿Qué dice la Palabra? “Resistid al diablo”, confiando firmemente en Dios, “y de vosotros huirá”. “Echen mano... de mi fortaleza, y hagan paz conmigo. ¡Sí, que hagan paz conmigo!” Mire a Jesús en todo momento y lugar, elevando una oración silenciosa y con corazón sincero para que pueda saber cómo hacer su voluntad. Entonces, cuando venga el enemigo como avenida de aguas el Espíritu del Señor levantará bandera en favor de usted contra ese enemigo. Cuando esté a punto de ceder, de perder la paciencia y el dominio propio y manifestar un espíritu duro y condenatorio, dispuesto a censurar y acusar, será el momento de elevar al cielo esta oración: “¡Ayúdame, oh Dios, a resistir la tentación, a desechar de mi corazón toda amargura, ira y maledicencia! Dame tu mansedumbre, tu humildad, tu longanimidad y tu amor. No me dejes deshonrar a mi Redentor, ni interpretar mal las palabras y los motivos de mi esposa, de mis hijos y de mis hermanos y hermanas en la fe. Ayúdame a ser bondadoso, compasivo, de corazón tierno y perdonador. Ayúdame a ser un verdadero intercesor en mi hogar y a representar el carácter de Cristo ante los demás”.—El hogar adventista, 191 (1894). Or 84.1

Sabemos que los peligros y las tentaciones que acechan a los jóvenes en la actualidad no son pocos... Vivimos en días en que se necesita constante vigilancia y oración para resistir al mal. La preciosa Palabra de Dios es la norma para los jóvenes que desean ser fieles al Rey del cielo. Ellos deben estudiar las Escrituras; deben aprender de memoria un texto tras otro y adquirir un conocimiento de lo que el Señor ha dicho... Cuando se encuentren sufriendo pruebas, desenvuelvan la Palabra divina ante sus ojos, y con fe y corazones humildes busquen al Señor pidiéndole sabiduría para hallar su camino, y recibir fuerza para andar por él.—The Youth’s Instructor, 3 de agosto de 1887. Or 84.2

Los jóvenes deben declarar la guerra a todos los hábitos que amenazan aunque sea en lo más mínimo con apartar el alma de la senda del deber y la devoción. Han de instituir horas de oración, sin descuidarlas nunca en lo posible. Si dejan de luchar contra las malas costumbres que tenían antes de profesar amistad con Cristo, pronto serán víctimas fáciles de los engaños satánicos. Pero si van armados con la Palabra de Dios, y si la custodian en el corazón y la mente, saldrán indemnes de todos los ataques que lancen los enemigos de Dios y el hombre.—Mi vita hoy, 325. Or 85.1