La Oración

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Podemos reclamar sus promesas con audacia

“Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho”. Presentad esta promesa cuando oráis. Tenemos el privilegio de ir ante Dios con santa osadía. Si le pedimos con sinceridad que haga brillar su luz sobre nosotros, nos oirá y contestará. Pero debemos vivir en armonía con nuestras oraciones. No tienen valor si caminamos en dirección opuesta a ellas. He visto a un padre que, después de leer un pasaje de las Escrituras y orar, con frecuencia, casi tan pronto como se levantaba de sus rodillas, comenzaba a regañar a sus hijos. ¿Cómo podía contestar Dios la oración que se había ofrecido? Y si después de haber increpado a sus hijos, un padre ora, ¿beneficia esa oración a los hijos? No, a menos que sea una oración de confesión a Dios.—Conducción del Niño, 472. Or 61.2