La Oración

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El privilegio de arrodillarnos en la oración pública

Tanto en el culto público como en el privado, nuestro deber consiste en arrodillarnos delante de Dios cuando le ofrecemos nuestras peticiones. Este acto muestra nuestra dependencia de él.—Mensajes Selectos 2:360. Or 245.1

De acuerdo con la luz que me ha sido dada, sería agradable a Dios que los ministros se inclinaran tan pronto como suben a la plataforma, y solemnemente pidieran ayuda a Dios. ¿Qué impresión haría esto? Habría solemnidad y temor reverente en el pueblo. Su ministro está en comunión con Dios; se está encomendando a Dios antes de atreverse a presentarse ante el pueblo. Entonces la solemnidad descansa sobre el pueblo, y los ángeles de Dios se acercan más. Lo primero que deben hacer los ministros al subir a la plataforma es fijar su vista en Dios, y de ese modo decir a todos: Dios es la fuente de mi fortaleza.—Testimonios para la Iglesia 2:542. Or 245.2

Cuando el ministro entra, debe ser con una disposición solemne y digna. Debe inclinarse en oración silenciosa tan pronto como llegue al púlpito y pedir fervientemente ayuda a Dios. ¡Qué impresión hará esto! Habrá solemnidad y reverencia entre los oyentes. Su ministro está comulgando con Dios; se está confiando a Dios antes de atreverse a presentarse delante de la gente. Una solemnidad desciende sobre todos, y los ángeles de Dios son atraídos muy cerca. Cada uno de los miembros de la congregación que teme a Dios, debe también unirse en oración silenciosa con él, inclinando su cabeza, para que Dios honre la reunión con su presencia y dé poder a su verdad proclamada por los labios humanos. Or 245.3

Cuando se abre la reunión con oración, cada rodilla debe doblegarse en la presencia del Santo y cada corazón debe elevarse a Dios en silenciosa devoción. Las oraciones de los adoradores fieles serán oídas y el ministerio de la Palabra resultará eficaz. La actitud inerte de los adoradores en la casa de Dios es un importante motivo de que el ministerio no produce mayor bien. La melodía del canto, exhalada de muchos corazones en forma clara y distinta, es uno de los instrumentos de Dios en la obra de salvar almas. Todo el servicio debe ser dirigido con solemnidad y reverencia, como si fuese en la visible presencia del Maestro de las asambleas.—Testimonios para la Iglesia 5:465, 466. Or 245.4

Tanto en el culto público como en el privado, nos incumbe inclinarnos de rodillas delante de Dios cuando le dirigimos nuestras peticiones. Jesús, nuestro ejemplo, “puesto de rodillas, oró”. Lucas 22:41. Acerca de sus discípulos quedó registrado que también “Pedro puesto de rodillas, oró”. Hechos 9:40. Pablo declaró: “Doblo mis rodillas al Padre de nuestro Señor Jesucristo”. Efesios 3:14. Cuando Esdras confesó delante de Dios los pecados de Israel, se arrodilló. Esdras 9:5. Daniel “hincábase de rodillas tres veces al día, y oraba, y confesaba delante de su Dios”. Daniel 6:10.—La Historia de Profetas y Reyes, 33, 34. Or 246.1