La Oración

258/387

No confundir la oración privada con la pública

Temo que algunos no presentan sus dificultades a Dios en oración particular, sino que las reservan para la reunión de oración, y allí elevan sus oraciones de varios días. A los tales se los puede llamar asesinos de reuniones públicas y de oración. No emiten luz; no edifican a nadie. Sus oraciones heladas y sus largos testimonios de apóstatas arrojan una sombra. Todos se alegran cuando han terminado, y es casi imposible desechar el enfriamiento y las tinieblas que sus oraciones y exhortaciones imparten a la reunión. Por la luz que he recibido, entiendo que nuestras reuniones deben ser espirituales, sociales y no demasiado largas. La reserva, el orgullo, la vanidad y el temor del hombre deben quedar en casa. Las pequeñas diferencias y los prejuicios no deben ir con nosotros a estas reuniones. Como en una familia unida, la sencillez, la mansedumbre, la confianza y el amor deben reinar en el corazón de los hermanos y las hermanas que se reúnen para ser refrigerados y vigorizados al unir sus luces.—Testimonios para la Iglesia 2:512. Or 219.2