La Oración

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Salomón

En el principio de su reinado, Salomón oró así: “Jehová Dios mío, tú has puesto a mí tu siervo por rey en lugar de David mi padre: y yo soy mozo pequeño, que no sé cómo entrar ni salir”. 1 Reyes 3:7. Or 172.1

Salomón había sucedido a David su padre en el trono de Israel. Dios le honró muchísimo, y sabemos que Salomón llegó a ser más tarde el mayor, el más rico y el más sabio de los reyes que se hayan sentado sobre un trono terrenal. En el principio de su reinado, por influencia del Espíritu Santo, Salomón comprendió la solemnidad de sus responsabilidades, y aunque rico en talentos y capacidades, admitió que sin el auxilio divino era tan incapaz frente a su tarea como un mozo pequeño. Jamás fue Salomón más rico o más sabio o más grande que cuando hizo a Dios esta confesión: “Yo soy mozo pequeño, que no sé cómo entrar ni salir”... Or 172.2

“Y agradó delante de Jehová que Salomón pidiese esto. Y díjole Dios: Porque has demandado esto, y no pediste para ti muchos días, ni pediste para ti riquezas, ni pediste la vida de tus enemigos, mas demandaste para ti inteligencia para oír juicio; he aquí lo he hecho conforme a tus palabras: he aquí que te he dado corazón sabio y entendido, tanto que no haya habido antes de ti otro como tú, ni después de ti se levantará otro como tú. Y aun también te he dado las cosas que no pediste, riquezas y gloria: tal, que entre los reyes ninguno haya como tú en todos tus días. Ahora, he aquí las condiciones: “Y si anduvieras en mis caminos, guardando mis estatutos y mis mandamientos, como anduvo David tu padre, yo alargaré tus días... Or 172.3

Todos los que ocupan puestos de responsabilidad necesitan aprender la lección encerrada en la humilde oración de Salomón. Deben recordar siempre que un cargo no cambia el carácter del que lo desempeña ni le hace infalible. Cuánto más alto esté colocado un hombre, tanto mayores serán sus responsabilidades y más vasta su influencia; tanto más necesitará comprender lo mucho que depende de la fuerza y sabiduría divinas y lo mucho que necesita cultivar un carácter santo y perfecto.—Joyas de los Testimonios 3:428, 429. Or 172.4

¡Cómo es que, en el caso de Salomón, un carácter naturalmente osado, firme y resuelto, se torna débil y vacilante, y se sacude como una caña en el viento ante el poder del tentador! ¡Cómo es que un viejo y torcido cedro del Líbano, un robusto roble de Basán, puede doblarse ante las ráfagas de la tentación! He aquí una lección para todos los que desean salvar sus almas, la de velar continuamente en oración. He aquí una advertencia a mantener la gracia de Cristo siempre en el corazón, a batallar con las corrupciones internas y las tentaciones de afuera.—Manuscript Releases 21:383. Or 173.1