La Maravillosa Gracia de Dios

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Ser un poder preservador, 26 de abril

Vosotros sois la sal de la tierra. Mateo 5:13. MGD 124.1

Por medio de estas palabras de Cristo logramos tener una idea de lo que significa el valor de la influencia humana. Ha de obrar juntamente con la influencia de Cristo, para elevar donde Cristo eleva, para impartir principios correctos y para detener el progreso de la corrupción del mundo. Debe difundir la gracia que sólo Cristo puede impartir. Debe elevar y endulzar las vidas y los caracteres de los demás, mediante el poder de un ejemplo puro unido a una fe ferviente y al amor. El pueblo de Dios ha de ejercer un poder reformador y preservador en el mundo. Debe contrarrestar la influencia corruptora y destructora del mal... MGD 124.2

La obra del pueblo de Dios en el mundo consiste en refrenar el mal, en elevar, ennoblecer y purificar a la humanidad. Los principios del amor, de la bondad y la benevolencia deben desarraigar cada fibra de egoísmo que ha impregnado toda la sociedad y corrompido a la iglesia... Si los hombres y las mujeres quieren abrir sus corazones a la influencia celestial de la verdad y del amor, estos principios fluirán de nuevo, como corrientes en el desierto, refrigerándolo todo, y produciendo frescura donde ahora hay sólo esterilidad y hambre. La influencia de los que siguen el camino del Señor será tan abarcante como la eternidad. Llevarán consigo la alegría de la paz celestial como un poder permanente, refrigerante e iluminador. MGD 124.3

Debe haber otra vez una influencia abierta. Cristo dice: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”. Mateo 5:16... MGD 124.4

La luz que emana de los que reciben a Jesucristo no se origina en ellos. Toda ella procede de la Luz y de la Vida del mundo... Cristo es la luz, la vida, la santidad y la santificación de todo aquel que cree, y su luz debe ser recibida e impartida en toda clase de buenas obras... MGD 124.5

La fuente de gracia y conocimiento siempre está fluyendo. Es inagotable. De esta abundante plenitud somos provistos.—The Review and Herald, 22 de agosto de 1899. MGD 124.6