La Maravillosa Gracia de Dios

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Cuando llega la aflicción, 22 de marzo

Mas luego que fue puesto en angustias, oró a Jehová su Dios, humillado grandemente en la presencia del Dios de sus padres. 2 Crónicas 33:12. MGD 89.1

“En el mundo tendréis aflicción” (Juan 16:33), dice Cristo, pero en mí tendréis paz. Las pruebas a las cuales son sometidos los cristianos en la tristeza, la adversidad y el oprobio, son los medios designados por Dios para separar el tamo del trigo. Nuestro orgullo, egoísmo, malas pasiones y amor de los placeres mundanales, deben ser todos vencidos; por lo tanto Dios nos manda aflicciones para probarnos, y mostrarnos que existen estos males en nuestro carácter. Debemos vencer por su fuerza y por su gracia, a fin de participar de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que está en el mundo por la concupiscencia. “Porque lo que al presente es momentáneo y leve de nuestra tribulación—dice Pablo—, nos obra un sobremanera alto y eterno peso de gloria; no mirando nosotros a las cosas que se ven, sino a las que no se ven: porque las cosas que se ven son temporales, mas las que no se ven son eternas”. 2 Corintios 4:17, 18. Las aflicciones, las cruces, las tentaciones, la adversidad y nuestras variadas pruebas, son los medios que emplea Dios para refinarnos, santificarnos y hacernos dignos de su alfolí celestial.—Joyas de los Testimonios 1:312. MGD 89.2

Muchas de vuestras aflicciones han recaído sobre vosotros, en la sabiduría de Dios, para acercaros al trono de la gracia. Suaviza y subyuga a sus hijos mediante dolores y dificultades. Este mundo es el taller de Dios, donde nos amolda para las cortes celestiales. Emplea el cincel en nuestro tembloroso corazón, hasta que desaparecen las asperezas e irregularidades, y estamos en condiciones de ocupar el lugar que nos corresponde en el edificio celestial. Por medio de la tribulación y el pesar el cristiano se purifica y fortalece, y desarrolla un carácter de acuerdo con el modelo dado por Cristo.—Testimonies for the Church 4:143. MGD 89.3

Permitamos que las aflicciones que tanto nos apenan y agravian sean lecciones instructivas, que nos enseñen a avanzar hacia el blanco del premio de nuestra alta vocación en Cristo. Sintámonos alentados por el pensamiento de que el Señor vendrá pronto. Alegre nuestro corazón esta esperanza.—Joyas de los Testimonios 3:433, 434. MGD 89.4