La Maravillosa Gracia de Dios

46/367

Cumplamos las condiciones del reino, 13 de febrero

De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él. Marcos 10:15. MGD 52.1

Cristo no reconoce ninguna casta, ni color, ni grado como necesarios para llegar a ser súbditos de su reino. La admisión en su reino no depende ni de la riqueza ni de una herencia superior. En cambio, los que han nacido del Espíritu son los súbditos de su reino. El carácter espiritual es lo que será reconocido por Cristo. Su reino no es de este mundo. Sus súbditos son los participantes de la naturaleza divina, que habrán escapado de la corrupción que está en el mundo y que se manifiesta por la concupiscencia. Y esta gracia les es dada por Dios. Cristo no encuentra a sus súbditos preparados para su reino, sino que los califica por medio de su divino poder. Los que estaban muertos en delitos y pecados son revividos a la vida espiritual... MGD 52.2

Cristo los atrae hacia él mediante un poder invisible. Él es la luz de la vida y les infunde su propio Espíritu. Al ser introducidos en la atmósfera espiritual, se dan cuenta de que han sido juguete de las tentaciones de Satanás, y que han estado bajo su dominio; pero quebrantan el yugo de los deseos carnales y rehúsan ser siervos de pecado... Comprenden que han cambiado de capitán, y reciben sus órdenes de los labios de Jesús. Como el siervo contempla a su amo y la sierva observa a su patrona, estas almas, atraídas por las cuerdas del amor de Cristo, lo miran constantemente como el Autor y Consumador de su fe. Al contemplar a Jesús, al obedecer sus requisitos, aumentan su conocimiento de Dios y de Jesucristo a quien él ha enviado. De este modo se transforman a su imagen de carácter en carácter hasta que llegan a distinguirse del mundo y se puede escribir acerca de ellos: “Vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia”. 1 Pedro 2:9, 10.—The Review and Herald, 26 de marzo de 1895. MGD 52.3