La Maravillosa Gracia de Dios

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Aprendamos ahora el himno de triunfo, 10 de diciembre

Cantaré yo a Jehová, porque se ha magnificado grandemente. Éxodo 15:1. MGD 352.1

Este canto y la gran liberación que conmemoraba hicieron una impresión imborrable en la memoria del pueblo hebreo. Siglo tras siglo fue repetido por los profetas y los cantores de Israel para atestiguar que Jehová es la fortaleza y la liberación de los que confían en él. Este canto no pertenece sólo al pueblo judío. Indica la futura destrucción de todos los enemigos de la justicia, y señala la victoria final del Israel de Dios. El profeta de Patmos vio la multitud vestida de blanco, “los que habían alcanzado la victoria”, que estaban sobre “un mar de vidrio mezclado con fuego”, “teniendo las arpas de Dios”. “Y cantan el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del Cordero”. Apocalipsis 15:2, 3. MGD 352.2

“No a nosotros, oh Jehová, no a nosotros, sino a tu nombre da gloria; por tu misericordia, por tu verdad”. Salmos 115:1. Tal fue el espíritu que saturaba el canto de liberación de Israel, y es el espíritu que debe morar en el corazón de los que aman y temen a Dios. Al libertar nuestras almas de la esclavitud del pecado, Dios ha obrado para nosotros una liberación todavía mayor que la de los hebreos ante el Mar Rojo... Las bendiciones diarias que recibimos de la mano de Dios, y sobre todo, la muerte de Jesús para poner la felicidad y el cielo a nuestro alcance, debieran ser objeto de constante gratitud. ¡Qué compasión, qué amor sin par, nos ha manifestado Dios a nosotros, perdidos pecadores, al unirnos a él, para que seamos su tesoro especial!... Debiéramos alabar a Dios por la bendita esperanza que nos ofrece en el gran plan de redención; debiéramos alabarle por la herencia celestial y por sus ricas promesas; debiéramos alabarle porque Jesús vive para interceder por nosotros... MGD 352.3

Todos los habitantes del cielo se unen para alabar a Dios. Aprendamos el canto de los ángeles ahora, para que podamos cantarlo cuando nos unamos a sus huestes resplandecientes. Digamos con el salmista: “Alabaré a Jehová en mi vida: cantaré salmos a mi Dios mientras viviere”. Salmos 146:2. “Alábenle los pueblos, oh Dios: todos los pueblos te alaben”. Salmos 67:5.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 293, 294. MGD 352.4