La Maravillosa Gracia de Dios

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Guardemos el corazón, 14 de octubre

Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida. Proverbios 4:23. MGD 295.1

La guarda diligente del corazón es esencial para crecer en gracia en forma saludable. El corazón, en su estado natural, es la morada de pensamientos impíos y de pasiones pecaminosas. Cuando se lo somete a la sujeción de Cristo, debe ser purificado por el Espíritu de toda contaminación. Esto no puede hacerse sin el consentimiento de la persona. MGD 295.2

Cuando el alma ha sido purificada, es deber del cristiano mantenerla sin contaminación. Muchos creen que la religión de Cristo no requiere el abandono de los pecados cotidianos, el quebrantamiento de hábitos que han mantenido al alma en servidumbre. Renuncian a ciertas cosas condenadas por la conciencia, pero dejan de representar a Cristo en la vida diaria. No llevan la semejanza de Cristo al hogar. No manifiestan una atención cuidadosa en la elección de las palabras. Demasiado a menudo, se pronuncian palabras malhumoradas e impacientes, palabras que remueven las peores pasiones del corazón humano. Los tales necesitan la presencia permanente de Cristo en el alma. Sólo mediante su fortaleza podemos mantener guardia sobre estas palabras y estos actos.—The S.D.A. Bible Commentary 3:1157. MGD 295.3

Muchos parecen escatimar los momentos dedicados a la meditación, a la investigación de las Escrituras y a la oración, como si el tiempo ocupado en estas cosas fuera perdido. Me gustaría que todos vierais estas cosas en la perspectiva que Dios quiere que las veáis; porque entonces le daréis la primera importancia al reino de los cielos. Guardar el corazón para el cielo le dará vigor a todas vuestras gracias, y pondrá vida en todos vuestros deberes... Del mismo modo que el ejercicio aumenta el apetito y fortalece el cuerpo proporcionándole saludable vigor, el ejercicio devocional producirá un incremento de gracia y vigor espiritual.—Ibid. MGD 295.4

Elevemos esta oración a Dios: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio” (Salmos 51:10); porque un alma pura y limpia tiene a Cristo como morador, y de la abundancia del corazón mana la vida. La voluntad humana se someterá a Cristo.—Ibid. MGD 295.5