La Maravillosa Gracia de Dios

207/367

Demos y recibamos, 24 de julio

De gracia recibisteis, dad de gracia. Mateo 10:8. MGD 213.1

Dijo Jesús: “El agua que yo le daré, será en él una fuente de agua que salte para vida eterna”. Juan 4:14. Cuando el Espíritu Santo os abra la verdad, atesoraréis las experiencias más preciosas y desearéis hablar a otras personas de las enseñanzas consoladoras que se os han revelado. Al tratar con ellas, les comunicaréis un pensamiento nuevo acerca del carácter o la obra de Cristo. Tendréis nuevas revelaciones del amor compasivo de Dios, y las impartiréis a los que le aman y a los que no le aman... MGD 213.2

El corazón que probó el amor de Cristo, anhela incesantemente beber de él con más abundancia, y mientras lo impartís a otros, lo recibiréis en medida más rica y copiosa. Cada revelación de Dios al alma aumenta la capacidad de saber y de amar. El clamor continuo del corazón es: “Más de ti”, y a él responde siempre el Espíritu: “Mucho más”... A Jesús, quien se entregó por entero para la salvación de la humanidad perdida, se le dio sin medida el Espíritu Santo. Así será dado también a cada seguidor de Cristo siempre que le entregue su corazón como morada. Nuestro Señor mismo nos ordenó: “Sed llenos de Espíritu” y este mandamiento es también una promesa de su cumplimiento. Era la voluntad del Padre que en Cristo “habitase toda la plenitud”; y “en él estáis cumplidos”. Colosenses 1:19; 2:10.—El Discurso Maestro de Jesucristo, 24, 25. MGD 213.3

Mientras más del Espíritu de Dios y de su gracia sea llevado dentro de nuestra experiencia diaria, habrá menos disensión, tendremos más gozo y lo impartiremos más a otros.—En Lugares Celestiales, 309. MGD 213.4

Cristo es el gran centro, la fuente de toda fuerza. Sus discípulos han de recibir de él sus provisiones. Los más inteligentes, los mejor dispuestos espiritualmente, pueden otorgar a otros solamente lo que reciben. De sí mismos, no pueden suplir en nada las necesidades del alma. Podemos impartir únicamente lo que recibimos de Cristo; y podemos recibir únicamente a medida que impartimos a otros. A medida que continuamos impartiendo, continuamos recibiendo; y cuanto más impartamos, tanto más recibiremos. Así podemos constantemente creer, confiar, recibir e impartir.—El Deseado de Todas las Gentes, 337, 338. MGD 213.5