La Maravillosa Gracia de Dios

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El espíritu, promesa de Cristo, 2 de julio

Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad. Juan 14:16, 17. MGD 191.1

Antes de ofrecerse como víctima para el sacrificio, Cristo buscó el don más esencial y completo que pudiese otorgar a sus seguidores, un don que pusiese a su alcance los ilimitados recursos de la gracia. “Yo rogaré al Padre—dijo—, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: Al Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce: mas vosotros le conocéis; porque está con vosotros, y será en vosotros. No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros”. Juan 14:16-18. MGD 191.2

Antes de esto, el Espíritu había estado en el mundo; desde el mismo principio de la obra de redención había estado moviendo los corazones humanos. Pero mientras Cristo estaba en la tierra, los discípulos no habían deseado otro ayudador. Y antes de verse privados de su presencia no sentirían su necesidad del Espíritu, pero entonces vendría. MGD 191.3

El Espíritu Santo es el representante de Cristo, pero despojado de la personalidad humana e independiente de ella. Estorbado por la humanidad, Cristo no podía estar en todo lugar personalmente. Por lo tanto, convenía a sus discípulos que fuese al Padre y enviase el Espíritu como su sucesor en la tierra. Nadie podría entonces tener ventaja por su situación o su contacto personal con Cristo. Por el Espíritu, el Salvador sería accesible a todos. En este sentido, estaría más cerca de ellos que si no hubiese ascendido a lo alto.—El Deseado de Todas las Gentes, 622, 623. MGD 191.4

La promesa nos pertenece ahora tan ciertamente como perteneció a los discípulos... Que cada miembro de iglesia se arrodille delante de Dios y ore fervientemente por la recepción del Espíritu. Clamad: “Señor, aumenta mi fe. Hazme comprender tu Palabra; porque la entrada de tu Palabra da luz. Refrigérame con tu presencia. Llena mi corazón con tu Espíritu”.—The Review and Herald, 10 de junio de 1902. MGD 191.5

En toda ocasión y lugar, en todas las tristezas y aflicciones, cuando la perspectiva parece sombría y el futuro nos deja perplejos y nos sentimos impotentes y solos, se envía el Consolador en respuesta a la oración de fe.—El Deseado de Todas las Gentes, 623. MGD 191.6