La Maravillosa Gracia de Dios

173/367

¡Tan costoso y sin embargo gratuito! 20 de junio

Por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. Romanos 5:18. MGD 179.1

El dinero no puede comprarla, ni el intelecto discernirla, ni el poder mandarla; mas Dios concede generosamente su gracia a todos los que quieran aceptarla. Pero los hombres deben sentir su necesidad y, renunciando a toda dependencia propia, aceptar la salvación como un don. Los que entren en el cielo no escalarán sus muros mediante su propia justicia, ni se abrirán sus portales para ellos como consecuencia de costosas ofrendas de oro o plata, sino que obtendrán entrada en las mansiones de la casa del Padre por medio de los méritos de la cruz de Cristo.—Hijos e Hijas de Dios, 235. MGD 179.2

Para el hombre pecador, el más grande consuelo, la mayor causa de regocijo, es que el cielo ha dado a Jesús para que sea el Salvador del pecador... Se ofreció para llegar al terreno donde Adán tropezó y cayó; para hacer frente al tentador en el campo de batalla, y para vencerlo en favor del hombre. Contemplémoslo en el desierto de la tentación. Ayunó durante cuarenta días y cuarenta noches soportando los más fieros embates de los poderes de las tinieblas. Pisó “solo el lagar, y de los pueblos nadie” hubo a su lado. Isaías 63:3. No por sí mismo, sino para quebrantar la cadena que mantenía a la raza humana esclavizada a Satanás.—The Review and Herald, 15 de marzo de 1887. MGD 179.3

Así como Cristo, en su humanidad, buscaba fuerza de su Padre para poder soportar la prueba y la tentación, también debemos hacerlo nosotros. Debemos seguir el ejemplo del inmaculado Hijo de Dios. Necesitamos diariamente ayuda, gracia y poder de la Fuente de todo poder. Debemos echar nuestras impotentes almas sobre el Único que está pronto a ayudarnos en todo momento de necesidad. Demasiado a menudo nos olvidamos del Señor. Cedemos a nuestros impulsos y perdemos las victorias que deberíamos ganar. MGD 179.4

Si somos vencidos, no dilatemos en arrepentirnos y en aceptar el perdón que nos pondrá en posición ventajosa. Si nos arrepentimos y creemos, será nuestro el poder purificador de Dios. Su gracia salvadora se ofrece gratuitamente. Su perdón se otorga a todos los que quieran recibirlo.—In Heavenly Places, 52. MGD 179.5