La Maravillosa Gracia de Dios

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El sacrificio de amor, 15 de junio

Andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante. Efesios 5:2. MGD 174.1

Esta es la oblación de una vida ofrendada en nuestro favor, para que seamos todo lo que él desea que lleguemos a ser: representantes de él, revelando la fragancia de su carácter, sus propios pensamientos puros, sus atributos divinos tal como se manifiestan en su vida humana santificada, a fin de que otros puedan observarlo en su forma humana y... sean inducidos a desear ser semejantes a Cristo: puros, incontaminados, plenamente aceptables a Dios, sin mancha, ni arruga, ni cosa semejante.—The S.D.A. Bible Commentary 6:1118. MGD 174.2

¡Con qué fervor Cristo realizó la obra de nuestra salvación! ¡Qué devoción reveló su vida mientras procuraba dar estimación al hombre caído mediante la imputación de los méritos de su propia inmaculada justicia a cada pecador arrepentido y creyente! ¡Cuán incansablemente trabajó! En el templo y en la sinagoga, en las calles de las ciudades, en los mercados, en el taller, a la orilla del mar, entre las colinas, él predicó el Evangelio y sanó a los enfermos. Dio todo de sí, a fin de poder obrar el plan de la gracia redentora.—En Lugares Celestiales, 45. MGD 174.3

Cristo ofreció su cuerpo quebrantado para comprar de nuevo la herencia de Dios, a fin de dar al hombre otra oportunidad. “Por lo cual puede también salvar eternamente a los que por él se allegan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos”. Hebreos 7:25. Cristo intercede por la raza perdida mediante su vida inmaculada, su obediencia y su muerte en la cruz del Calvario. Y ahora, no como un mero suplicante, intercede por nosotros el Capitán de nuestra salvación, sino como un Conquistador que reclama su victoria. Su ofrenda es completa, y como Intercesor nuestro ejecuta la obra que él mismo señaló, sosteniendo delante de Dios el incensario que contiene sus méritos inmaculados, y las oraciones, las confesiones y las ofrendas de agradecimiento de su pueblo. Ellas, perfumadas con la fragancia de la justicia de Cristo, ascienden hasta Dios en olor suave. La ofrenda se hace completamente aceptable, y el perdón cubre toda transgresión.—Palabras de Vida del Gran Maestro, 142. MGD 174.4