La Maravillosa Gracia de Dios

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La agonía del Getsemaní, 9 de junio

Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. Mateo 26:39. MGD 168.1

En el huerto de Getsemaní Cristo sufrió en lugar del hombre y la naturaleza humana del Hijo de Dios vaciló bajo el terrible horror de la culpa del pecado, hasta que de sus labios pálidos y temblorosos surgió el clamor agonizante: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa”... La naturaleza humana hubiera muerto en ese momento, allí mismo, bajo la horrible sensación de pecado, si no hubieran venido ángeles del cielo para fortalecerlo a fin de que pudiera soportar la agonía... Cristo estaba sufriendo la pena de muerte que fue la sentencia del transgresor de la ley de Dios. MGD 168.2

Es terrible para el pecador impenitente caer en las manos del Dios vivo. La prueba de esto es la destrucción del mundo antiguo por el diluvio, y el relato del fuego que cayó del cielo para destruir a los habitantes de Sodoma. Pero nunca esto había sido probado con tanta amplitud como en la agonía de Cristo, el Hijo del Dios infinito, cuando soportó la ira de Dios por un mundo pecador. Como consecuencia del pecado, la transgresión de la ley de Dios, el jardín del Getsemaní ha llegado a ser el lugar preeminente del sufrimiento por un mundo pecaminoso. Ninguna pena, ninguna agonía pueden compararse con las que soportó el Hijo de Dios. MGD 168.3

No se le pide al hombre que lleve los pecados ajenos, de manera que nunca conocerá los horrores de la maldición del pecado que tuvo que llevar el Salvador. Ningún pesar puede compararse con el sufrimiento que padeció Aquel sobre quien recayó la ira de Dios con fuerza aplastante. La naturaleza humana sólo puede soportar una porción limitada de esa prueba. Lo finito puede soportar solamente una medida finita, y entonces la naturaleza humana sucumbe; pero la naturaleza de Cristo tenía una capacidad mayor para sufrir... La agonía que soportó Cristo, amplía, profundiza y da una concepción más dilatada del carácter del pecado, y del carácter de la retribución que Dios hará caer sobre los que continúan en pecado. La paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna, por medio de Jesucristo, para el pecador arrepentido y creyente.—The S.D.A. Bible Commentary 5:1103. MGD 168.4