El Evangelismo

133/169

Consejos para lograr el equilibrio

Nuestro triple ministerio—Dios obra por medio de instrumentos, o segundas causas. El emplea el ministerio evangélico, la obra médica misionera y las publicaciones que contienen la verdad presente para impresionar los corazones. Todos estos elementos adquieren eficacia por medio de la fe. Cuando la verdad es escuchada o leída, el Espíritu Santo la graba profundamente en los que escuchan y leen con un ferviente deseo de conocer lo que es recto. El ministerio evangélico, la obra médica misionera y nuestras publicaciones son los instrumentos de Dios. Ninguno ha de reemplazar al otro.—Carta 54, 1903. Ev 398.1

Añádase la palabra “médica”—La obra del ministerio evangélico no debe disminuir en eficacia, sino que debe aumentar hasta convertirse en un instrumento para iluminar al mundo. Hay que hacer todo lo posible para enviar más obreros al campo de labor. No hay que ejercer ninguna influencia para impedir que los jóvenes se califiquen para la obra misionera ministerial. A esto debemos añadir la palabra “médica”, porque es indispensable que el ministro evangélico posea un conocimiento de la enfermedad y sus causas. Debiera saber cómo ayudar a los enfermos. Debiera ser capaz de enseñar a la gente cómo debe tratar la casa [el cuerpo] en la que vivimos. Esto constituye una parte del Evangelio.—Carta 123, 1900. Ev 398.2

Nuestra obra es tan distintiva como la de Müller—Dios no ha encargado ahora a su pueblo la misma obra que encargó a Müller.* Müller realizó una obra noble. Pero Dios ha dado a su pueblo una obra que debe llevar a cabo con un plan diferente. Les ha dado un mensaje para todo el mundo. Deben entrar en un territorio tras otro y llevar a cabo una acción agresiva contra los pecados que destruyen el alma.—Carta 33, 1900. Ev 398.3

Trabajo equilibrado en favor de los ricos y los pobres—Ultimamente [1899], se ha despertado un gran interés por las clases desposeídas y en favor de los pobres; se ha comenzado una gran obra para elevar a los necesitados y envilecidos. Esto constituye una buena obra en sí misma. Siempre debiéramos manifestar el espíritu de Cristo y debiéramos hacer el mismo trabajo que él realizó por la humanidad sufriente. El Señor tiene una obra que debe hacerse por los desamparados. Es indudable que algunos tienen el deber de trabajar entre ellos y de procurar salvar las almas que perecen. Esto tendrá lugar con la proclamación del mensaje del tercer ángel y la recepción de la verdad bíblica. Pero existe el peligro de recargar a todos con esta clase de trabajo debido a la intensidad con la que se lleva a cabo. Existe el peligro de inducir a algunos hombres a concentrar sus energías en esta línea de actividad cuando Dios los ha llamado a realizar algún otro trabajo. Ev 399.1

La gran cuestión de nuestro deber hacia la humanidad es un asunto serio, y se necesita mucha de la gracia de Dios para decidir cómo trabajar de tal modo que se realice la mayor cantidad de bien. No todos son llamados a comenzar su obra trabajando entre las clases más bajas. Dios no requiere que sus obreros obtengan su educación y preparación a fin de dedicarse exclusivamente a estas clases. Ev 399.2

La dirección de Dios se manifiesta en una forma en que afirmará la confianza en que la obra ha sido proyectada por él y en que principios sólidos están a la base de cada acción. Pero he recibido instrucción de Dios según la cual es peligroso hacer planes para favorecer a los desamparados en una forma que conduzca a proyectos irregulares producidos por brotes pasajeros de entusiasmo. Estos no producirán ningún resultado benéfico real. Así se estimulará a un grupo de personas a llevar a cabo una clase de trabajo que no fortalecerá en lo mínimo todas las partes de la obra por medio de una acción armoniosa. Ev 399.3

La invitación evangélica debe darse a los ricos y a los pobres, a los encumbrados y a los humildes, y por lo tanto debemos proyectar los medios necesarios para llevar la verdad a nuevos lugares y a todas las clases de gente. El Señor nos dice: “Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa”. Lucas 14:23. Dice: “Comenzad en los caminos; trabajad cabalmente los caminos; preparad un grupo que se una a vosotros para llevar a cabo la misma obra que Cristo hizo al buscar y salvar a los perdidos”. Ev 399.4

Cristo predicó el Evangelio a los pobres, pero no limitó su trabajo únicamente a esta clase. Trabajó por todos los que quisieron oír su palabra, y no sólo por los publicanos y los desamparados, sino también por los fariseos ricos y educados, el noble judío, el centurión y el dirigente romano. Esta es la clase de obra que siempre he considerado que debiera realizarse. No debemos poner en tensión cada músculo y nervio espirituales para trabajar por las clases inferiores y convertir esa obra en el centro de todo. Hay otros a quienes también debemos conducir al Maestro, almas que necesitan la verdad, que llevan responsabilidades y que trabajarán con toda su habilidad santificada en favor de los lugares elevados tanto como de los lugares humildes. Ev 399.5

La obra en beneficio de las clases pobres no tiene límites. Nunca podrá completarse y debe tratarse como una parte del gran todo. Dar nuestra primera atención a esta obra mientras hay grandes porciones de la viña del Señor que necesitan cultivo porque todavía no se las ha tocado, sería comenzar en el lugar equivocado. La obra médica misionera es para el mensaje del tercer ángel lo que el brazo derecho es para el cuerpo. Pero el brazo derecho no debe convertirse en todo el cuerpo. La obra de buscar a los desamparados es importante, pero no debe convertirse en la gran carga de nuestra misión.—Medical Ministry, 311, 312 (1899). Ev 400.1

Una obra proporcionada—La obra médica misionera no debe llegar a ser desproporcionada. Debe ser una obra que esté en armonía con el resto de la obra.—Carta 38, 1899. Ev 400.2

La salud de los obreros—Los que ponen toda su alma en la obra médica misionera, que trabajan incansablemente, en peligros, en privaciones, en muchos desvelos, en trabajo y fatiga, corren el peligro de olvidar que deben ser guardianes fieles de sus propias facultades mentales y físicas. No deben someterse a esfuerzos excesivos. Pero están llenos de celo y fervor, de modo que algunas veces obran imprudentemente y se someten a exigencias demasiado grandes. A menos que tales obreros realicen un cambio, el resultado será que enfermarán y su salud se quebrantará. Ev 400.3

Si bien es cierto que los obreros de Dios deben estar llenos de noble entusiasmo, y deben seguir con determinación el ejemplo del obrero divino, el gran Médico Misionero, no deben amontonar demasiadas cosas en un solo día de trabajo. Si lo hacen, pronto tendrán que abandonar la obra, completamente quebrantados debido a que han tratado de llevar una carga demasiado pesada. Hermano mío, está bien que Ud. haga el mejor uso posible de las ventajas que Dios le ha dado y que realice esfuerzos decididos para aliviar a los que sufren y para salvar las almas. Pero no sacrifique su salud. Ev 400.4

Tenemos un llamamiento que es tanto más elevado que los intereses comunes y egoístas, cuanto más altos son los cielos que la tierra. Pero este pensamiento no debiera inducir a los siervos de Dios que tienen buena voluntad y que están dispuestos a trabajar duramente, a llevar todas las cargas que puedan soportar, sin períodos de descanso. Ev 401.1

¡Cuán magnífico sería si no hubiera ociosos entre todos los que se dedican a llevar a cabo el maravilloso plan de Dios para la salvación de las almas! Cuánto más se realizaría si cada uno dijera: “Soy responsable delante de Dios de estar bien despierto y de dejar que mis esfuerzos hablen en favor de la verdad que profeso creer. Debo ser un obrero práctico y no uno que sueña despierto”.—Medical Ministry, 292, 293 (1904). Ev 401.2