El Evangelismo

109/169

El visitador evangélico

Tanto instructores como visitadores bíblicos—Hay algunas personas con cierta experiencia que debieran, en ocasión de todo esfuerzo público que realizan en las iglesias moribundas, así como en nuevos lugares, seleccionar a hombres y mujeres de edad madura para ayudarlos en la obra. Así obtendrán conocimiento, interesándolos en el esfuerzo personal, y veintenas de ayudantes se están preparando como instructores bíblicos, colportores y visitadores de las familias.—Carta 34, 1886. Ev 344.2

Se llama a los jóvenes como visitadores evangélicos—Hay muchas actividades en las cuales los jóvenes pueden hallar oportunidad de hacer esfuerzos útiles. Hay que organizarlos y educarlos cabalmente en grupos para que trabajen como enfermeros, visitadores evangélicos, obreros bíblicos, colportores, ministros y evangelistas misioneros médicos.—Consejos para los Maestros Padres y Alumnos, 532 (1913). Ev 344.3

Mujeres que pueden hacer visitas—Las mujeres pueden realizar una buena obra para Dios si primeramente aprenden la preciosa e importante lección de la mansedumbre en la escuela de Cristo. Podrán beneficiar a la humanidad presentando a la gente la plena suficiencia de Jesús... Ev 344.4

Muchas personas a quienes se les ha confiado algún humilde ramo de trabajo que hacer por el Maestro, pronto llegan a estar insatisfechas y piensan que deben ser maestros y directores. Quieren abandonar su humilde ministerio, que es tan importante en su lugar como las responsabilidades mayores. Los que han sido destinados para realizar visitas, pronto llegan a pensar que algún otro puede hacer esta obra, que algún otro puede hablar palabras de simpatía y ánimo, e inducir a los hombres de una manera humilde y silenciosa a una comprensión correcta de las Escrituras. Pero se trata de una obra que exige mucha gracia, mucha paciencia y un acervo siempre creciente de sabiduría... Ev 344.5

Ninguna obra que se realice por el Maestro puede considerarse inferior y de menor cuantía... Si se efectúa con alegría, humildemente y con la mansedumbre de Cristo, resultará para la gloria de Dios.—Carta 88, 1895. Ev 345.1