El Evangelismo

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Se necesitan obreros evangélicos

La cosecha es abundante—El solemne y sagrado mensaje de amonestación debe proclamarse en los campos más difíciles y en las ciudades más pecaminosas, en todo lugar donde no haya brillado todavía la luz del gran triple mensaje. Cada uno ha de oír la última invitación a la cena de bodas del Cordero... Países largo tiempo cerrados a la predicación del Evangelio están abriendo sus puertas, y ruegan que se les explique la Palabra de Dios. Reyes y príncipes abren sus puertas por mucho tiempo cerradas, e invitan a los heraldos de la cruz a entrar. La mies es por cierto mucha. Sólo la eternidad revelará los resultados de esfuerzos bien dirigidos hechos ahora.—Obreros Evangélicos, 27 (1915). Ev 19.4

Embajadores de Cristo—Ministros de Dios, con corazones ardientes de amor por Cristo y vuestros semejantes, tratad de despertar a los que están muertos en sus delitos y pecados! Penetren en sus conciencias vuestras súplicas y amonestaciones. Enternezcan sus corazones vuestras oraciones fervientes, y los conduzcan arrepentidos al Salvador. Sois embajadores de Cristo, para proclamar su mensaje de salvación.—Obreros Evangélicos, 35 (1915). Ev 20.1

Cien obreros donde ahora hay uno—Queda poco tiempo. En todas partes se necesitan obreros de Cristo. Donde ahora hay uno solo, debería haber cien obreros fervorosos y fieles, en la patria y en las misiones extranjeras. Todavía no se ha trabajado a lo largo de las rutas principales, y de los caminos secundarios. Habría que persuadir con urgencia a los obreros que ahora debieran estar dedicados al trabajo misionero por el Maestro.—Fundamentals of Christian Education, 488 (1903). Ev 20.2

Una distribución atinada de los hombres—Los siervos de Dios deben hacer planes para llevar a cabo una distribución atinada de las fuerzas de trabajo a fin de realizar los propósitos de Dios en la tarea de amonestar a las ciudades. Con frecuencia los obreros que podrían ser de gran beneficio en las reuniones para el público, están ocupados en otros trabajos que no les dejan tiempo para dedicarse al ministerio activo entre la gente. Los administradores, hasta donde sea posible, deben procurar hallar hombres consagrados con preparación en el campo comercial, para encomendarles la dirección de los asuntos comerciales en los diversos centros de nuestra obra. Hay que precaverse constantemente contra la tendencia a relacionar con estos centros influyentes a hombres que podrían realizar un trabajo mayor y más importante en la plataforma pública al presentar las verdades de la Palabra de Dios ante los incrédulos.—The Review and Herald, 7 de abril de 1910. Ev 20.3

La profesión suprema—Nadie debe degradar el ministerio evangélico. Ninguna empresa debería dirigirse en tal forma que arroje oprobio sobre el ministerio de la Palabra, porque éste no constituye una ocupación inferior. Los que rebajan el ministerio están humillando a Cristo. El ministerio, con sus diferentes derivaciones, constituye la obra más elevada de todas; y siempre debería recordarse a los jóvenes que no existe una obra más bendecida por Dios que la que realiza el ministro del Evangelio. Ev 20.4

No se disuada a nuestros jóvenes de dedicarse al ministerio. Existe el peligro de que algunos, por causa de ciertas representaciones deslumbradoras, sean arrastrados lejos de las sendas por donde Dios les ordena que anden. Algunos han sido instados a estudiar medicina, cuando en realidad deberían estar preparándose para dedicarse al ministerio.—Testimonies for the Church 6:411 (1900). Ev 21.1

Los jóvenes deben reemplazar a los portaestandartes—Los portaestandartes están cayendo, y deben prepararse jóvenes para llenar las vacantes, a fin de que el mensaje siga proclamándose. Se ha de extender la lucha activa. Los que poseen juventud y fuerza han de ir a los lugares oscuros de la tierra, para llamar al arrepentimiento a las almas que perecen.—Obreros Evangélicos, 110 (1915). Ev 21.2

Una preparación rápida para el servicio—Nuestros Colegios han sido establecidos por el Señor, y si se los dirige en armonía con sus propósitos, los jóvenes que asisten a ellos serán preparados rápidamente para que se dediquen a las diferentes actividades misioneras. Algunos recibirán preparación para trabajar como enfermeros y enfermeras en el campo misionero, otros para trabajar como colportores, evangelistas y profesores, y algunos como ministros del Evangelio.—Carta 113, 1903. Ev 21.3

Enseñarles a realizar obra evangélica—El Señor pide que los obreros de nuestros sanatorios, casas editoras y colegios enseñen a los jóvenes a realizar obra evangélica. Nuestro tiempo y nuestras energías no deberían comprometerse tanto en la tarea de establecer sanatorios, negocios de comestibles y restaurantes, que sea necesario descuidar otros ramos de la obra. Los jóvenes y las señoritas que deberían estar ocupados en el ministerio, en la obra bíblica y en el colportaje, no deberían ser atados a ocupaciones mecánicas.—The Review and Herald, 16 de mayo de 1912. Ev 21.4

Un llamamiento dirigido a los hombres jóvenes y fuertes—¿Dónde están los hombres que saldrán a realizar la obra confiando plenamente en Dios y listos para actuar con decisión? Dios hace este llamamiento: “Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña”. Dios convertirá a los jóvenes de hoy en mensajeros escogidos para presentar ante la gente la verdad en contraste con el error y la superstición, si ellos quieren entregarse a él. Que Dios deposite la carga sobre hombres jóvenes y fuertes, en quienes more su palabra y quienes estén dispuestos a presentar la verdad a otros.—Manuscrito 134, 1898. Ev 21.5

Hombres que no retrocederán—Dios llama a obreros consagrados que sean leales a él: hombres humildes que comprendan la necesidad de realizar obra evangélica y que no retrocedan, sino que cada día realicen fielmente su tarea dependiendo de la ayuda y el poder de Dios en cada emergencia que surja. El mensaje debe ser llevado por los que aman y temen a Dios. No acudáis a las oficinas de la asociación con vuestros problemas menores. Seguid hacia adelante, y en vuestra categoría de evangelistas presentad con humildad un “así dicen las Escrituras”.—Carta 43, 1905. Ev 22.1