El Ministerio de la Bondad

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Capítulo 16—La preparación para las crisis y desastres de los últimos días

Las condiciones de estos últimos días nos apremian a la preparación—Estamos viviendo en el tiempo del fin. El presto cumplimiento de las señales de los tiempos proclama la inminencia de la venida de nuestro Señor. La época en que vivimos es importante y solemne. El Espíritu de Dios se está retirando gradual pero ciertamente de la tierra. Ya están cayendo juicios y plagas sobre los que menosprecian la gracia de Dios. Las calamidades en tierra y mar, la inestabilidad social, las amenazas de guerra, como portentosos presagios, anuncian la proximidad de acontecimientos de la mayor gravedad. MB 139.1

Las agencias del mal se coligan y acrecen sus fuerzas para la gran crisis final. Grandes cambios están a punto de producirse en el mundo, y los movimientos finales serán rápidos. MB 139.2

El estado actual de las cosas muestra que tiempos de perturbación están por caer sobre nosotros. Los diarios están llenos de alusiones referentes a algún formidable conflicto que debe estallar dentro de poco. Son siempre más frecuentes los audaces atentados contra la propiedad. Las huelgas se han vuelto asunto común. Los robos y los homicidios se multiplican. Hombres dominados por espíritus de demonios quitan la vida a hombres, mujeres y niños. El vicio seduce a los seres humanos y prevalece el mal en todas sus formas.—Joyas de los Testimonios 3:280. MB 139.3

Está por suceder algo decisivo—La época actual es de interés abrumador para todos los vivientes. Los gobernantes y estadistas, los hombres que ocupan puestos de confianza y autoridad, los pensadores de ambos sexos y de todas las clases, tienen la atención fija en los sucesos que ocurren alrededor nuestro. Observan las relaciones tirantes y llenas de inquietud que existen entre las naciones. Observan la intensidad que toma posesión de cada elemento terrenal, y reconocen que está por ocurrir algo grande y decisivo, que el mundo está al borde de una crisis estupenda. MB 139.4

Los ángeles están ahora sujetando los vientos de la lucha para que no soplen hasta que el mundo sea advertido de su cercana condenación; pero se está preparando una tormenta, lista para estallar sobre la tierra; y cuando Dios ordene a sus ángeles que suelten los vientos, habrá una escena tal de lucha, que ninguna pluma podría describirla.—La Educación, 175. MB 140.1

Está muy cerca el momento en que habrá en el mundo una tristeza que ningún bálsamo humano podrá disipar. Se está retirando el Espíritu de Dios. Se siguen unos a otros en rápida sucesión los desastres por mar y tierra. ¡Con cuánta frecuencia oímos hablar de terremotos y ciclones, así como de la destrucción producida por incendios e inundaciones, con gran pérdida de vidas y propiedades! Aparentemente estas calamidades son estallidos caprichosos de las fuerzas desorganizadas y desordenadas de la naturaleza, completamente fuera del dominio humano; pero en todas ellas puede leerse el propósito de Dios. Se cuentan entre los instrumentos por medio de los cuales él procura despertar en hombres y mujeres un sentido del peligro que corren.—La Historia de Profetas y Reyes, 207. MB 140.2

Grandes ciudades serán devastadas—El trabajo que hace mucho tiempo debería haber sido hecho en la activa operación de ganar almas para Cristo no ha sido realizado. Los habitantes de las impías ciudades que muy pronto serán visitados por los desastres, han sido cruelmente descuidados. El tiempo se acerca cuando grandes ciudades serán devastadas, y todos deberían estar apercibidos de estos juicios venideros. Pero, ¿quién está dando al cumplimiento de esta obra la labor plena que Dios requiere? ... MB 140.3

Hasta el momento presente no se ha realizado en las ciudades ni la milésima parte del trabajo que debía haber sido hecho, y que debería realizarse si hombres y mujeres cumplieran con todo su deber.—Manuscrito 53, 1910. MB 141.1

¡Oh, si el pueblo de Dios tuviera conciencia de la inminente destrucción de miles de ciudades ahora casi entregadas a la idolatría!—The Review and Herald, 10 de septiembre de 1903. MB 141.2

Desastres inminentes—No hace mucho tiempo, una escena muy impresionante pasó delante de mí. Vi un inmenso globo de fuego cayendo entre algunas hermosas mansiones y causando su instantánea destrucción. Escuché a alguien decir: “Nosotros sabíamos que los juicios de Dios vendrían sobre la tierra, pero no sabíamos que vendrían tan pronto”. Otros dijeron: “¿Vosotros lo sabíais? Entonces, ¿por qué no nos lo dijisteis? Nosotros no lo sabíamos”. En todos lados escuchaba decir tales palabras. ... MB 141.3

Pronto penosas aflicciones sobrevendrán entre las naciones; una angustia que no cesará hasta la venida de Jesús. Como nunca antes necesitamos apresurarnos a servir juntos a Aquel que ha preparado su trono en los cielos y cuyo reino gobierna sobre todos. Dios no ha desamparado a su pueblo, y nuestra fuerza depende de no separarnos de él. MB 141.4

Los juicios de Dios están en la tierra. Las guerras y los rumores de guerras, la destrucción por fuego e inundación, dicen claramente que el tiempo de angustia, el cual irá en aumento hasta el fin, está cerca, a las puertas. No tenemos tiempo que perder. El mundo está perturbado por el espíritu de la guerra. Las profecías del capítulo once de Daniel casi han alcanzado su cumplimiento final.—Ibid. 24 de noviembre de 1904. MB 141.5

Indescriptible—El viernes pasado, de mañana, justamente antes de levantarme, se presentó delante de mí una escena muy impresionante. Me parecía que me había despertado de dormir, pero no en mi hogar. Por las ventanas yo podía observar una terrible conflagración. Grandes esferas de fuego se desplomaban sobre las casas, y desde esas bolas de fuego, saetas ígneas volaban en toda dirección. Era imposible dominar los incendios que se iniciaban y muchos lugares estaban siendo destruidos. El terror de la gente era indescriptible. Después de un tiempo me desperté y me encontré en mi propio hogar.—Carta 278, 1906. MB 142.1

Preparaos mientras hay una oportunidad—Cuando una agresión religiosa destruya las libertades de nuestra nación, aquellos que estarán del lado de la libertad de conciencia se encontrarán en una posición desfavorable. Por su propio beneficio ellos deberían, mientras tienen oportunidad, ser más avisados en cuanto a las enfermedades, sus causas, prevención y curación. Y los que hagan eso, encontrarán un campo de labor en todas partes. Habrá dolientes, abundancia de ellos, que necesitarán ayuda, no solamente entre aquellos de nuestra propia fe, sino mayormente entre los que no conocen la verdad.—The Medical Missionary, noviembre, diciembre, de 1892. MB 142.2

Listos para dar inmediata ayuda—Llegarán a nuestro conocimiento la pobreza y la angustia de algunas familias, y tendrán que ser aliviados los afligidos y dolientes. Conocemos muy poco del sufrimiento humano que existe en todas partes alrededor de nosotros, pero cuando tenemos oportunidad, deberíamos estar listos para dar inmediata ayuda a aquellos que están bajo grave apremio.—Manuscrito 25, 1894. MB 142.3

La mano ayudadora de Dios para disminuir el sufrimiento—La obra de la reforma pro salud es el recurso del Señor para disminuir el sufrimiento en nuestro mundo y para purificar su iglesia. Enseñad a la gente que ella puede actuar como la mano ayudadora de Dios cooperando con el Maestro en restaurar la salud física y espiritual.—Testimonies for the Church 9:112, 113. MB 143.1

Cada miembro debe echar mano de la obra médico-misionera—Hemos llegado a un tiempo en el cual cada miembro de la iglesia debe hacer obra misionera médica. Este mundo se parece a un hospital lleno de víctimas de enfermedades físicas y espirituales. Por todas partes, hay gente que muere por carecer del conocimiento de las verdades que nos han sido confiadas. Es necesario que los miembros de la iglesia despierten y comprendan su responsabilidad en cuanto a dar a conocer estas verdades.—Joyas de los Testimonios 3:102. MB 143.2

Una puerta de entrada en las grandes ciudades—Por consiguiente, la obra médico-misionera debe ser proseguida con más celo que nunca antes. Esta obra es la puerta por la cual la verdad debe entrar en las grandes ciudades, y se deben establecer sanatorios en diferentes lugares.—Joyas de los Testimonios 3:366. MB 143.3

Se ha de entrar en cada ciudad mediante obreros preparados para hacer la obra médico-misionera.—Testimonies for the Church 7:59. MB 143.4

En cada ciudad grande debiera haber un cuerpo organizado de obreros bien disciplinados. No solamente uno o dos sino veintenas debieran iniciarse en el trabajo.—Carta 34, 1892. MB 143.5

Una parte de la obra de cada iglesia—La obra médico-misionera debiera tener sus representantes en cada lugar en relación con el establecimiento de nuestras iglesias.—Manuscrito 88, 1902. MB 144.1

En cada ciudad donde tenemos una iglesia, se necesita un lugar donde puedan darse tratamientos. En los hogares de nuestros miembros de iglesia, hay unos pocos que tienen lugar y comodidades para el debido cuidado de los enfermos. Debiera prepararse un lugar donde pudieran darse tratamientos para las enfermedades comunes. El edificio podría ser no elegante y aun rústico, pero debiera estar provisto de lo necesario para dar tratamientos sencillos.—Testimonies for the Church 6:113. MB 144.2

La obra misionera médica debe ser parte de la obra de toda iglesia en nuestro país. Separada de la iglesia, no tardaría en ser una extraña mezcla de átomos desorganizados. Consumiría, pero no produciría. En vez de actuar como mano auxiliadora de Dios para hacer progresar su verdad, minaría la vida y la fuerza de la iglesia, y debilitaría el mensaje. Dirigida independientemente, no sólo consumiría talentos y recursos que se necesitarían en otros ramos, sino que en la misma obra de ayudar a los dolientes aisladamente del ministerio de la Palabra colocaría a los hombres donde se burlaran de la verdad bíblica.—Joyas de los Testimonios 2:527. MB 144.3

La obra médico-misionera en la crisis final—Mi corazón se entristece cuando miro nuestras iglesias, que debieran relacionarse de corazón, alma y práctica con la obra médico-misionera. ... Quiero deciros que pronto no habrá obra que se pueda hacer en los ramos ministeriales, sino la obra médico-misionera. La obra de un ministro es ministrar. Nuestros ministros han de trabajar de acuerdo con el plan evangélico de ministrar. MB 144.4

Nunca seréis ministros según la orden evangélica hasta que mostréis un interés decidido en la obra médico-misionera, el evangelio de la salud y de la bendición y de la fortaleza. Levantaos para ayudar al Señor, para ayudar al Señor contra los grandes poderes de las tinieblas, que no se diga de vosotros: “Maldecid a Meroz, ... maldecid severamente a sus moradores, porque no vinieron en socorro a Jehová”. Jueces 5:23.—The General Conference Bulletin, 12 de abril de 1901. MB 145.1