El Ministerio de Curación

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El evangelio puede salvarlos

Muchos desechados se aferrarán a la esperanza que el Evangelio les ofrece, y entrarán en el reino de los cielos, mientras que otros que tuvieron hermosas oportunidades y mucha luz, pero no las aprovecharon, serán dejados en las tinieblas de afuera. MC 130.2

Las víctimas de los malos hábitos deben reconocer la necesidad del esfuerzo personal. Otros harán con empeño cuanto puedan para levantarlos, y la gracia de Dios les es ofrecida sin costo; Cristo podrá interceder, sus ángeles podrán intervenir; pero todo será en vano si ellos mismos no resuelven combatir por su parte. MC 130.3

Las últimas palabras de David a Salomón, joven a la sazón y a punto de ceñir la corona de Israel, fueron éstas: “Esfuérzate, y sé varón.” 1 Reyes 2:2. A todo hijo de la humanidad, candidato a inmortal corona, van dirigidas estas palabras inspiradas: “Esfuérzate, y sé varón.” MC 130.4

A los que ceden a sus apetitos se les ha de inducir a ver y reconocer que necesitan renovarse moralmente si quieren ser hombres. Dios les manda despertarse y recuperar, por la fuerza de Cristo, la dignidad humana dada por Dios y sacrificada a la pecaminosa satisfacción de los apetitos. MC 130.5

Al sentir el terrible poder de la tentación y la fuerza arrebatadora del deseo que le arrastra a la caída, más de uno grita desesperado: “No puedo resistir al mal.” Decidle que puede y que debe resistir. Bien puede haber sido vencido una y otra vez, pero no será siempre así. Carece de fuerza moral, y le dominan los hábitos de una vida de pecado. Sus promesas y resoluciones son como cuerdas de arena. El conocimiento de sus promesas quebrantadas y de sus votos malogrados le debilitan la confianza en su propia sinceridad, y le hacen creer que Dios no puede aceptarle ni cooperar con él, pero no tiene por qué desesperar. MC 130.6

Quienes confían en Cristo no han de ser esclavos de tendencias y hábitos hereditarios o adquiridos. En vez de quedar sujetos a la naturaleza inferior, han de dominar sus apetitos y pasiones. Dios no deja que peleemos contra el mal con nuestras fuerzas limitadas. Cualesquiera que sean las tendencias al mal, que hayamos heredado o cultivado, podemos vencerlas mediante la fuerza que Dios está pronto a darnos. MC 131.1