El Ministerio de Curación

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Misioneros que se sostienen a sí mismos

En muchas partes pueden trabajar con éxito misioneros que se mantienen a sí mismos. Así trabajó el apóstol Pablo al esparcir el conocimiento de Cristo por todo el mundo. Al par que predicaba el Evangelio cada día en las grandes ciudades de Asia y Europa, trabajaba de artesano para mantenerse a sí mismo y a sus compañeros. Las palabras de despedida que dirigió a los ancianos de Efeso revelan su modo de trabajar y encierran preciosas lecciones para todo obrero evangélico: MC 112.1

“Vosotros sabéis—dijo—cómo, desde el primer día que entré en Asia, he estado con vosotros por todo el tiempo, ... cómo nada que fuese útil he rehuído de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas.... La plata, o el oro, o el vestido de nadie he codiciado. Antes vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario, y a los que están conmigo, estas manos me han servido. En todo os he enseñado que, trabajando así, es necesario sobrellevar a los enfermos, y tener presente las palabras del Señor Jesús, el cual dijo: Más bienaventurada cosa es dar que recibir.” Hechos 20:18-35. MC 112.2

Hoy son muchos los que, si los embargase el mismo espíritu de desprendimiento, podrían desempeñar en forma similar una buena obra. Salgan juntos dos o más para hacer obra de evangelización. Visiten a la gente, orando, cantando, enseñando, explicando las Escrituras y atendiendo a los enfermos. Algunos pueden sostenerse a sí mismos como colportores, otros, imitando al apóstol, pueden dedicarse a un oficio manual o de otra índole. Al llevar adelante su obra, reconociendo su incapacidad, pero dependiendo humildemente de Dios, obtienen una experiencia bendecida. El Señor Jesús va delante de ellos, de modo que tanto entre los ricos como entre los pobres encuentran buena voluntad y ayuda. MC 112.3

A los que se han preparado para la obra médico-misionera en el extranjero, se les ha de alentar a ir sin demora adonde esperan trabajar, y poner manos a la obra entre el pueblo, aprendiendo el idioma al paso que trabajan. Pronto podrán enseñar las sencillas verdades de la Palabra de Dios. MC 113.1

Por todo el mundo se necesitan mensajeros de la gracia. Conviene que familias cristianas vayan a vivir en poblaciones sumidas en las tinieblas y el error, que entren en campos extranjeros, conozcan las necesidades de sus semejantes y trabajen por la causa del Maestro. Si se estableciesen familias tales en puntos tenebrosos de la tierra, donde la gente está rodeada de tinieblas espirituales, para dejar que por su medio brillase la luz de la vida de Cristo, ¡cuán noble obra se realizaría! MC 113.2

Esta obra requiere abnegación. Mientras que muchos aguardan que se quite todo obstáculo, su trabajo queda por hacer, y siguen muriendo las muchedumbres sin esperanza y sin Dios. Hay algunos que, por el aliciente de las ventajas comerciales, o para adquirir conocimientos científicos, se arriesgan a penetrar en regiones aún no colonizadas, y con valor soportan sacrificios y penalidades; pero ¡cuán pocos son los que por amor a sus semejantes consienten en llevar a sus familias a regiones necesitadas del Evangelio! MC 113.3

El verdadero ministerio consiste en llegar a todas las gentes, cualquiera que sea su situación o condición, y ayudarlas de toda forma posible. Mediante tal esfuerzo podéis conquistar los corazones y obtener acceso a las almas que perecen. MC 113.4

En todo vuestro trabajo, recordad que estáis unidos con Cristo y que sois parte del gran plan de la redención. El amor de Cristo debe fluir por vuestra conducta como un río de salud y vida. Mientras procuráis atraer a otros al círculo del amor de Cristo, la pureza de vuestro lenguaje, el desprendimiento de vuestro servicio, y vuestro comportamiento gozoso han de atestiguar el poder de su gracia. Dad al mundo una representación de Cristo tan pura y justa, que los hombres puedan contemplarle en su hermosura. MC 113.5

Poca utilidad tiene el intento de reformar a los demás atacando de frente lo que consideremos malos hábitos suyos. Tal proceder resulta a menudo más perjudicial que benéfico. En su conversación con la samaritana, en vez de desacreditar el pozo de Jacob, Cristo presentó algo mejor. “Si conocieses el don de Dios—dijo,—y quién es el que te dice: Dame de beber: tú pedirías de él, y él te daría agua viva.” Juan 4:10. Dirigió la plática al tesoro que tenía para regalar y ofreció a la mujer algo mejor de lo que ella poseía: el agua de vida, el gozo y la esperanza del Evangelio. MC 114.1

Esto ilustra la manera en que nos toca trabajar. Debemos ofrecer a los hombres algo mejor de lo que tienen, es decir la paz de Cristo, que sobrepuja todo entendimiento. Debemos hablarles de la santa ley de Dios, trasunto fiel de su carácter y expresión de lo que él desea que lleguen a ser. Mostradles cuán infinitamente superior a los goces y placeres pasajeros del mundo es la imperecedera gloria del cielo. Habladles de la libertad y descanso que se encuentran en el Salvador. Afirmó: “El que bebiere del agua que yo le daré, para siempre no tendrá sed.” Vers. 14. MC 114.2

Levantad en alto a Jesús y clamad: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.” Juan 1:29. El solo puede satisfacer el ardiente deseo del corazón y dar paz al alma. MC 114.3

De todos los habitantes del mundo, los reformadores deben ser los más abnegados, bondadosos y corteses. En su vida debe manifestarse la verdadera bondad de las acciones desinteresadas. El que al trabajar carece de cortesía, que se impacienta por la ignorancia y aspereza de otros, que habla descomedidamente u obra atolondradamente, puede cerrar la puerta de los corazones de modo que nunca podrá llegar a ellos. MC 114.4

Como el rocío y las lluvias suaves caen sobre las plantas agostadas, caigan también con suavidad vuestras palabras cuando procuréis sacar a los hombres del error. El plan de Dios consiste en llegar primero al corazón. Debemos decir la verdad con amor, confiados en que él le dará poder para reformar la conducta. El Espíritu Santo aplicará al alma la palabra dicha con amor. MC 114.5

Por naturaleza somos egoístas y tercos. Pero si aprendemos las lecciones que Cristo desea darnos, nos haremos partícipes de su naturaleza, y de entonces en adelante viviremos su vida. El ejemplo admirable de Cristo, la incomparable ternura con que compartía los sentimientos de los demás, llorando con los que lloraban, regocijándose con los que se regocijaban, deben ejercer honda influencia en el carácter de los que le siguen con sinceridad. Con palabras y actos bondadosos tratarán de allanar el camino para los pies cansados. MC 115.1

“El Señor Jehová me dió lengua de sabios, para saber hablar en sazón palabra al cansado.” Isaías 50:4. MC 115.2

En derredor nuestro hay almas afligidas. En cualquier parte podemos encontrarlas. Busquémoslas y digámosles una palabra oportuna que las consuele. Seamos siempre canales por donde fluyan las refrigerantes aguas de la compasión. MC 115.3

En todas nuestras relaciones hemos de tener presente que en la experiencia ajena hay capítulos sellados en que no penetran las miradas de los mortales. En las páginas del recuerdo hay historias tristes que son inviolables para los ojos ajenos. Hay consignadas allí largas y rudas batallas libradas en circunstancias críticas, tal vez dificultades de familia que día tras día debilitan el ánimo, la confianza y la fe. Los que pelean la batalla de la vida contra fuerzas superiores pueden recibir fortaleza y aliento merced a menudas atenciones que sólo cuestan un esfuerzo de amor. Para ellos, el fuerte apretón de mano de un amigo verdadero vale más que oro y plata. Las palabras de bondad son tan bien recibidas como las sonrisas de ángeles. MC 115.4

Hay muchedumbres que luchan con la pobreza, obligadas a trabajar arduamente por modestos salarios, que alcanzan apenas a satisfacer las primeras necesidades de la vida. Los afanes y privaciones, sin esperanza de mejora, hacen muy pesadas sus cargas. Cuando a esto se añaden los dolores y la enfermedad, la carga resulta casi insoportable. Oprimidos y agobiados, no saben dónde buscar alivio. Simpatícese con ellos en sus pruebas, sus congojas y sus desengaños. Esto abrirá camino para ayudarles. Hábleseles de las promesas de Dios, órese con ellos y por ellos, infúndaseles esperanza. MC 115.5

Las palabras de afabilidad y aliento dichas cuando el alma está enferma y débil el pulso de su ser moral, las considera el Salvador como si se las dijeran a él mismo. Cuando los corazones son así alentados, los ángeles del cielo se deleitan en contemplarlo. MC 116.1

De siglo en siglo el Señor ha procurado despertar en las almas de los hombres el sentido de su fraternidad divina. Cooperad con él. Mientras que la desconfianza y la desunión llenan el mundo, tócales a los discípulos de Cristo revelar el espíritu que reina en los cielos. MC 116.2

Hablad como él hablaría, obrad como él obraría. Revelad continuamente la dulzura de su carácter. Revelad aquellos tesoros de amor que son la base de todas sus enseñanzas y de todo su trato con los hombres. En colaboración con Cristo, los obreros más humildes pueden pulsar cuerdas cuyas vibraciones se percibirán hasta en los confines de la tierra y harán oír sus melodías por los siglos de la eternidad. MC 116.3

Los seres celestiales aguardan para cooperar con los agentes humanos, a fin de revelar al mundo lo que pueden llegar a ser los humanos, y lo que, mediante la unión con lo divino, puede llevarse a cabo para la salvación de las almas que están a punto de perecer. No tiene límite la utilidad de quien, poniendo el yo a un lado, da lugar a la obra del Espíritu Santo en su corazón y lleva una vida dedicada por completo a Dios. Todo aquel que consagra su cuerpo, su alma y su espíritu al servicio de Dios recibirá continuamente nuevo caudal de poder físico, mental y espiritual. Las inagotables reservas del cielo están a su disposición. Cristo le anima con el soplo de su propio Espíritu, y le infunde la vida de su propia vida. El Espíritu Santo hace obrar sus mayores energías en la mente y en el corazón. Mediante la gracia que se nos otorga podemos alcanzar victorias que nos parecían imposibles por causa de nuestros errores, nuestros preconceptos, las deficiencias de nuestro carácter y nuestra escasa fe. MC 116.4

Todo aquel que se ofrece para el servicio del Señor, sin negarle nada, recibe poder para alcanzar resultados incalculables. Por él hará Dios grandes cosas, y obrará de tal modo en las mentes de los hombres, que aun en este mundo se verá realizada en sus vidas la promesa del estado futuro. MC 117.1

“Alegrarse han el desierto y la soledad:
el yermo se gozará, y florecerá como la rosa”.
Florecerá profusamente, y también se alegrará y cantará con
júbilo:
la gloria del Líbano le será dada,
la hermosura de Carmel y de Sarón.
Ellos verán la gloria de Jehová,
la hermosura del Dios nuestro.
MC 117.2

“Confortad a las manos cansadas,
roborad las vacilantes rodillas”.
Decid a los de corazón apocado: Confortaos, no temáis:
He aquí ... vuestro Dios....
MC 117.3

“Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos,
y los oídos de los sordos se abrirán”.
Entonces el cojo saltará como un ciervo,
y cantará la lengua del mudo;
porque aguas serán cavadas en el desierto,
y torrentes en la soledad.
MC 117.4

“El lugar seco será tornado en estanque,
y el secadal en manaderos de aguas....”
Y habrá allí calzada y camino,
y será llamado Camino de Santidad; no pasará por él inmundo;
y habrá para ellos en él quien los acompañe,
de tal manera que los insensatos no yerren.
MC 117.5

“No habrá allí león,
ni bestia fiera subirá por él,
ni allí se hallará,
para que caminen los redimidos.
Y los redimidos de Jehová volverán,
y vendrán a Sión con alegría;
y gozo perpetuo será sobre sus cabezas;
y retendrán el gozo y alegría,
y huirá la tristeza y el gemido.” Isaías 35.
MC 118.1