El Ministerio de Curación
Enseñanza de los principios de salud
Los obreros evangélicos deben ser también capaces de dar instrucción acerca de los principios del sano vivir. Hay enfermedades en todas partes, y las más de ellas podrían evitarse si se prestara atención a las leyes de la salud. La gente necesita comprobar la relación que hay entre los principios que rigen la salud y su bienestar tanto en esta vida como en la venidera. Necesita comprender la responsabilidad que le incumbe con referencia al cuerpo dispuesto por su Creador como morada suya, de la cual desea que los hombres sean fieles mayordomos. Necesita dejarse impresionar por la verdad encerrada en las palabras de la Santa Escritura: MC 104.3
“Vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré en ellos; y seré el Dios de ellos, y ellos serán mi pueblo.” 2 Corintios 6:16. MC 104.4
Miles necesitan y recibirían gustosos instrucción acerca de los métodos sencillos de tratar a los enfermos, métodos que están en vías de substituir el uso de drogas venenosas. Se nota gran falta de instrucción respecto a la reforma dietética. A los malos hábitos en el comer y al consumo de manjares malsanos se debe gran parte de la intemperancia, los crímenes y la miseria que azotan al mundo. MC 105.1
Al enseñar los principios que rigen la salud, téngase presente el gran objeto de la reforma, que es obtener el mayor desenvolvimiento del cuerpo, la mente y el espíritu. Demuéstrese que las leyes de la naturaleza, por ser leyes de Dios, fueron establecidas para nuestro bien; que la obediencia a ellas favorece la felicidad en esta vida, y contribuye a preparar para la vida futura. MC 105.2
Indúzcase a la gente a que estudie la manifestación del amor de Dios y de su sabiduría en las obras de la naturaleza. Indúzcasela a que estudie el maravilloso organismo del cuerpo humano y las leyes que lo rigen. Los que disciernen las pruebas del amor de Dios, que entienden algo de la sabiduría y el buen propósito de sus leyes, así como de los resultados de la obediencia, llegarán a considerar sus deberes y obligaciones desde un punto de vista muy diferente. En vez de ver en la observancia de las leyes de la salud un sacrificio y un renunciamiento, la tendrán por lo que es en realidad: un inapreciable beneficio. MC 105.3
Todo obrero evangélico debe comprender que la enseñanza de los principios que rigen la salud forma parte de la tarea que se le ha señalado. Esta obra es muy necesaria y el mundo la espera. MC 105.4
En todas partes hay tendencia a reemplazar el esfuerzo individual por la obra de las organizaciones. La sabiduría humana tiende a la consolidación, a la centralización, a crear grandes iglesias e instituciones. Muchos dejan a las instituciones y organizaciones la tarea de practicar la beneficencia; se eximen del contacto con el mundo, y sus corazones se enfrían. Se absorben en sí mismos y se incapacitan para recibir impresiones. El amor a Dios y a los hombres desaparece de su alma. MC 105.5
Cristo encomienda a sus discípulos una obra individual, que no se puede delegar. La atención a los enfermos y a los pobres y la predicación del Evangelio a los perdidos, no deben dejarse al cuidado de juntas u organizaciones de caridad. El Evangelio exige responsabilidad y esfuerzo individuales, sacrificio personal. MC 106.1
“Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar—manda Cristo,—para que se llene mi casa.” Lucas 14:23. Jesús relaciona a los hombres con aquellos a quienes quieren servir. Dice [acerca del deber cristiano]: “¿No es que ... a los pobres errantes metas en casa; que cuando vieres al desnudo, lo cubras?” “Sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.” Isaías 58:7; Marcos 16:18. Por medio del trato directo y de la obra personal, se han de comunicar las bendiciones del Evangelio. MC 106.2
Cuando en lo antiguo Dios daba luz a su pueblo, no obraba exclusivamente por una sola categoría de individuos. Daniel era príncipe de Judá. Isaías era también de estirpe real. David y Amós eran pastores de ganado; Zacarías era un cautivo vuelto de Babilonia; Eliseo era labrador. El Señor suscitaba como representantes suyos a profetas y príncipes, nobles y plebeyos, y les enseñaba las verdades que debían transmitir al mundo. MC 106.3
A todo aquel que llega a ser partícipe de su gracia, el Señor le señala una obra que hacer en favor de los demás. Cada cual ha de ocupar su puesto, diciendo: “Heme aquí, envíame a mí.” Isaías 6:8. Al ministro de la Palabra, al enfermero misionero, al médico creyente, al simple cristiano, sea negociante o agricultor, profesional o mecánico, a todos incumbe la responsabilidad. Es tarea nuestra revelar a los hombres el Evangelio de su salvación. Toda empresa en que nos empeñemos debe servirnos de medio para dicho fin. MC 106.4
Los que emprendan la obra que les fué señalada no sólo serán fuente de bendición para otros, sino que ellos mismos serán bendecidos. El sentido del deber cumplido influirá de modo reflejo en sus almas. El desalentado olvidará su desaliento, el débil se volverá fuerte, el ignorante, inteligente, y todos encontrarán ayuda segura en Aquel que los llamó. MC 107.1
La iglesia de Cristo está organizada para servir. Tal es su consigna. Sus miembros son soldados que han de ser adiestrados para combatir bajo las órdenes del Capitán de su salvación. Los ministros, médicos y maestros cristianos tienen una obra más amplia de lo que muchos se imaginan. No sólo han de servir al pueblo, sino también enseñarle a servir. No sólo han de instruir a sus oyentes en los buenos principios, sino también educarlos para que sepan comunicar estos principios. La verdad que no se práctica, que no se comunica, pierde su poder vivificante, su fuerza curativa. Su beneficio no puede conservarse sino compartiéndolo. MC 107.2
Hay que romper la monotonía de nuestro servicio a Dios. Todo miembro de la iglesia debe empeñarse en alguna manera de servir al Maestro. Unos no pueden hacer tanto como otros, pero todos deben esforzarse cuanto les sea posible por hacer retroceder la ola de enfermedad y angustia que azota al mundo. Muchos trabajarían con gusto si se les enseñara cómo empezar. Necesitan instrucción y aliento. MC 107.3
Cada iglesia debe ser escuela práctica de obreros cristianos. Sus miembros deberían aprender a dar estudios bíblicos, a dirigir y enseñar clases en las escuelas sabáticas, a auxiliar al pobre y cuidar al enfermo, y trabajar en pro de los inconversos. Debería haber escuelas de higiene, clases culinarias y para varios ramos de la obra caritativa cristiana. Debería haber no sólo enseñanza teórica, sino también trabajo práctico bajo la dirección de instructores experimentados. Abran los maestros el camino trabajando entre el pueblo, y otros, al unirse con ellos, aprenderán de su ejemplo. Un ejemplo vale más que muchos preceptos. MC 107.4
Cultiven todos sus facultades físicas y mentales en cuanto les sea posible, para trabajar por Dios doquiera su providencia los llame. La misma gracia que de Cristo descendió sobre Pablo y Apolos, y que los hizo notables por sus cualidades espirituales será comunicada hoy a los misioneros cristianos abnegados. Dios quiere que sus hijos tengan inteligencia y conocimiento, para que con inequívoca claridad y gran poder se manifieste su gloria en nuestro mundo. MC 108.1
Los obreros educados y consagrados a Dios pueden servir de una manera más variada y realizar una obra más extensa que los indoctos. La disciplina mental les da mucha ventaja. Pero los que no tienen mucho talento ni vasta ilustración, pueden, no obstante, trabajar provechosamente para otros. Dios quiere valerse de los que están dispuestos a servirle. No es la obra de los más brillantes ni de los más talentosos la que da los mayores resultados ni los más duraderos. Se necesitan hombres y mujeres que hayan oído el mensaje del Cielo. Los más eficientes son los que responden al llamamiento: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí.” Mateo 11:29. MC 108.2
Se necesitan misioneros que lo sean de corazón. Aquel cuyo corazón ha sido conmovido por Dios anhela ganar a los que nunca conocieron el amor divino. La condición en la cual están le hace simpatizar con su aflicción. Sale dispuesto a exponer la vida, enviado e inspirado del Cielo, para desempeñar una obra en que los ángeles puedan cooperar. MC 108.3
Si aquellos a quienes Dios confió grandes talentos del intelecto los consagran a un uso egoísta, quedarán abandonados a su suerte después de un período de prueba. Dios elegirá a hombres que no parecen tan bien dotados, que no tienen mucha confianza en sí mismos, y fortalecerá a los débiles porque creen que él hará por ellos lo que de suyo no pueden hacer. Dios acepta el servicio prestado de todo corazón, y suplirá las deficiencias. MC 108.4
Muchas veces el Señor escogió por colaboradores a hombres que sólo habían obtenido una instrucción limitada en las escuelas. Los tales usaron sus facultades con el mayor celo, y el Señor recompensó su fidelidad en la obra, así como la diligencia y sed de conocimientos de que dieron prueba. Vió sus lágrimas y oyó sus oraciones. Así como su bendición descendió sobre los cautivos en la corte de Babilonia, otorga hoy sabiduría y conocimiento a los que por él trabajan. MC 109.1
Hombres faltos de educación escolar y de humilde situación social, han obtenido, mediante la gracia de Cristo, admirable éxito en la obra de ganar almas para él. El secreto de ese éxito era la confianza que tenían en Dios. Aprendían cada día de Aquel que es admirable en consejo y poderoso en fortaleza. MC 109.2
Tales obreros deben recibir aliento. El Señor los relaciona con otros de más capacidad para llenar los claros que otros dejan. La rapidez con que advierten qué debe hacerse, su prontitud en auxiliar a los necesitados, sus amistosas palabras y acciones, les deparan oportunidades de ser útiles, que de otro modo les serían vedadas. Se acercan a los que están en dificultad, y la influencia persuasiva de sus palabras lleva a Dios a muchas almas temerosas. Su obra denota lo que otros miles de personas podrían hacer si quisieran. MC 109.3