El Ministerio de Curación

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Necesita fuerza espiritual

Carente muchas veces de tiempo para dormir y aun para comer, privado en gran parte de los goces sociales y los privilegios religiosos, parecería que el médico debe vivir bajo una sombra continua. Las aflicciones que presencia, los mortales que demandan auxilio, su trato con los depravados, indisponen su corazón y casi destruyen su confianza en la humanidad. MC 96.4

En la lucha contra la enfermedad y la muerte, empeña hasta lo sumo todas sus energías. La reacción que resulta de tan tremendo esfuerzo prueba duramente el carácter. Entonces es cuando la tentación ejerce su mayor poder. Más que los hombres dedicados a cualquier otra vocación, necesita el médico dominio de sí mismo, pureza de espíritu, y aquella fe que se aferra del Cielo. Por amor a los demás y a sí mismo, no puede pasar por alto las leyes físicas. La temeridad en los hábitos físicos favorece la temeridad en los asuntos morales. MC 96.5

En toda circunstancia, el médico hallará su única seguridad en obrar de acuerdo con los buenos principios, fortalecido y ennoblecido por una firmeza de propósito que sólo se encuentra en Dios. Debe destacarse por la excelencia moral de su carácter. Día tras día, hora tras hora, a cada momento, ha de vivir como si estuviera en presencia del mundo invisible. Como hizo Moisés, tiene que perseverar “viendo al Invisible.” MC 97.1

La justicia tiene su raíz en la piedad. Nadie puede seguir llevando en medio de sus compañeros una vida pura, llena de fuerza, si no está escondida con Cristo en Dios. Cuanto mayor sea la actividad entre los hombres, tanto más íntima debe ser la comunión del corazón con el Cielo. MC 97.2

Cuanto más imperiosos sus deberes y mayores sus responsabilidades, tanto más necesita el médico del poder divino. Hay que ahorrar tiempo en las cosas pasajeras, para dedicarlo a meditar en las eternas. Tiene que resistir al mundo usurpador, que quisiera apremiarle hasta apartarle de la Fuente de fuerza. Más que nadie debe el médico, por medio de la oración y del estudio de las Escrituras, ponerse bajo el escudo protector de Dios. Debe vivir en comunión constante y consciente con los principios de la verdad, la justicia y la misericordia que revelan los atributos de Dios en el alma. MC 97.3

En la medida en que el médico reciba y obedezca la Palabra de Dios, ésta influirá con su potencia y vida en toda fuente de acción y en toda fase del carácter. Purificará todo pensamiento y regulará todo deseo. Los que confían en la Palabra de Dios se portarán como hombres y serán fuertes. Se levantarán por encima de todas las cosas viles hasta llegar a una atmósfera libre de contaminación. MC 97.4

Cuando el hombre se mantenga en comunión con Dios, el firme e invariable propósito que guardó a José y a Daniel en medio de la corrupción de las cortes paganas hará que su vida sea de inmarcesible pureza. No habrá mancha en su carácter. La luz de Cristo no se obscurecerá jamás en su conducta. El brillante lucero matutino resplandecerá fijamente sobre su cabeza en inmutable gloria. MC 98.1

Semejante vida será elemento de fuerza en la comunidad. Será una valla contra el mal, una salvaguardia para los tentados, una luz guiadora para los que, en medio de las dificultades y los desalientos, busquen el camino recto. MC 98.2