El Ministerio de Curación

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Una experiencia de índole superior

Necesitamos de continuo una nueva revelación de Cristo, una experiencia diaria que se armonice con sus enseñanzas. Altos y santos resultados están a nuestro alcance. El propósito de Dios es que progresemos siempre en conocimiento y virtud. Su ley es eco de su propia voz, que dirige a todos la invitación: “Sube más arriba. Sé santo, cada vez más santo.” Cada día podemos adelantar en la perfección del carácter cristiano. MC 403.1

Los que trabajan en el servicio del Maestro necesitan una experiencia mucho más elevada, más profunda y más amplia que la que muchos han deseado tener. Muchos que son ya miembros de la gran familia de Dios poco saben de lo que significa contemplar su gloria, y ser transformados de gloria en gloria. Muchos tienen una percepción crepuscular de la excelencia de Cristo, y sus corazones se estremecen de gozo. Anhelan sentir más hondamente y en mayor grado el amor del Salvador. Cultiven ellos todo deseo del alma por conocer a Dios. El Espíritu Santo obra en quienes se someten a su influencia, amolda y forma a quienes quieran ser así formados. Dedicaos a la cultura de pensamientos espirituales y a la santa comunión. Sólo habéis visto los primeros rayos de la aurora de su gloria. Conforme sigáis conociendo a Dios, veréis que “la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto.” Proverbios 4:18. MC 403.2

“Estas cosas os he hablado—dijo Cristo,—para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.” Juan 15:11. MC 403.3

Cristo tenía siempre presente el resultado de su misión. Su vida terrenal, tan recargada de penas y sacrificios, era alegrada por el pensamiento de que su trabajo no sería inútil. Dando su vida por la vida de los hombres, iba a restaurar en la humanidad la imagen de Dios. Iba a levantarnos del polvo, a reformar nuestro carácter conforme al suyo, y embellecerlo con su gloria. MC 404.1

Cristo vió “del trabajo de su alma” y fué “saciado.” Vislumbró lo dilatado de la eternidad, y vió de antemano la felicidad de aquellos que por medio de su humillación recibirían perdón y vida eterna. Fué herido por sus transgresiones y quebrantado por sus iniquidades. El castigo que les daría paz fué sobre él, y con sus heridas fueron sanados. El oyó el júbilo de los rescatados, que entonaban el canto de Moisés y del Cordero. Aunque había de recibir primero el bautismo de sangre, aunque los pecados del mundo iban a pesar sobre su alma inocente y la sombra de indecible dolor se cernía sobre él, por el gozo que le fué propuesto, escogió sufrir la cruz y menospreció la vergüenza. MC 404.2