El Ministerio de Curación

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Cinco panecillos alimentan a una muchedumbre

Hundíase el sol en el poniente, y sin embargo el pueblo tardaba en irse. Finalmente, los discípulos se acercaron a Cristo, para instarle a que, por consideración de ellas mismas, despidiera a las gentes. Muchos habían venido de lejos, y no habían comido desde la mañana. Podían obtener alimentos en las aldeas y ciudades cercanas, pero Jesús dijo: “Dadles vosotros de comer.” Mateo 14:16. Luego, volviéndose hacia Felipe, le preguntó: “¿De dónde compraremos pan para que coman éstos?” Juan 6:5. MC 29.2

Felipe echó una mirada sobre el mar de cabezas, y pensó cuán imposible sería alimentar a tanta gente. Respondió que doscientos denarios* de pan no bastarían para que cada uno comiese un poco. MC 29.3

Preguntó Jesús cuánto alimento había disponible entre la gente. “Un muchacho está aquí—dijo Andrés—que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; ¿mas qué es esto entre tantos?” Vers. 9. Jesús mandó que se los trajeran. Luego dispuso que los discípulos hicieran sentar a la gente sobre la hierba. Hecho esto, tomó aquel alimento y, “alzando los ojos al cielo, bendijo, y partió y dió los panes a los discípulos, y los discípulos a las gentes. Y comieron todos, y se hartaron; y alzaron lo que sobró de los pedazos, doce cestas llenas.” Mateo 14:19, 20. MC 29.4

Merced a un milagro del poder divino dió Cristo de comer a la muchedumbre; y sin embargo, ¡cuán modesto era el manjar provisto! Sólo unos peces y unos panes que constituían el alimento diario de los pescadores de Galilea. MC 30.1

Cristo hubiera podido darle al pueblo una suntuosa comida; pero un manjar preparado únicamente para halago del paladar no les hubiera servido de enseñanza para su bien. Mediante este milagro, Cristo deseaba dar una lección de sobriedad. Si los hombres fueran hoy de hábitos sencillos, y si viviesen en armonía con las leyes de la naturaleza, como Adán y Eva en un principio, habría abundantes provisiones para satisfacer las necesidades de la familia humana. Pero el egoísmo y la gratificación de los apetitos trajeron el pecado y la miseria, a causa del exceso por una parte, y de la necesidad por otra. MC 30.2

Jesús no procuraba atraerse al pueblo satisfaciendo sus apetitos. Para aquella gran muchedumbre, cansada y hambrienta después de tan largo día lleno de emociones, una comida sencilla era prenda segura de su poder y de su solícito afán de atender a las necesidades comunes de la vida. No ha prometido el Salvador a sus discípulos el lujo mundano; el destino de ellos puede hallarse limitado por la pobreza; pero ha empeñado su palabra al asegurarles que sus necesidades serán suplidas, y les ha prometido lo que vale más que los bienes terrenales: el permanente consuelo de su propia presencia. MC 30.3

Comido que hubo la gente, sobraba abundante alimento. Jesús mandó a sus discípulos: “Recoged los pedazos que han quedado, porque no se pierda nada.” Juan 6:12. Estas palabras significaban más que recoger las sobras en cestas. La lección era doble. Nada debe ser malgastado. No hemos de perder ninguna ventaja temporal. No debemos descuidar cosa alguna que pueda beneficiar a un ser humano. Recojamos todo cuanto pueda aliviar la penuria de los hambrientos del mundo. Con el mismo cuidado debemos atesorar el pan del cielo para satisfacer las necesidades del alma. Hemos de vivir de toda palabra de Dios. Nada de cuanto Dios ha dicho debe perderse. No debemos desoír una sola palabra de las referentes a nuestra eterna salvación. Ni una sola debe caer al suelo como inútil. MC 30.4

El milagro de los panes enseña que dependemos de Dios. Cuando Cristo dió de comer a los cinco mil, el alimento no estaba a la mano. A simple vista no disponía de recurso alguno. Estaba en el desierto, con cinco mil hombres, sin contar a las mujeres y los niños. El no había invitado a la muchedumbre a que le siguiese hasta allí. Afanosa de estar en su presencia, había acudido sin invitación ni orden; pero él sabía que después de escuchar sus enseñanzas durante el día entero, todos tenían hambre y desfallecían. Estaban lejos de sus casas, y ya anochecía. Muchos estaban sin recursos para comprar qué comer. El que por causa de ellos había ayunado cuarenta días en el desierto, no quiso consentir que volvieran ayunos a sus casas. MC 31.1

La providencia de Dios había puesto a Jesús donde estaba, y dependía de su Padre celestial para disponer de medios con que suplir la necesidad. Cuando nos vemos en estrecheces, debemos confiar en Dios. En todo trance debemos buscar ayuda en Aquel que tiene recursos infinitos. MC 31.2

En este milagro, Cristo recibió del Padre; lo dió a sus discípulos, los discípulos al pueblo, y el pueblo se lo repartió entre sí. Así también todos los que están unidos con Cristo recibirán de él el pan de vida y lo distribuirán a otros. Los discípulos de Cristo son los medios señalados de comunicación entre él y la gente. MC 31.3

Cuando los discípulos oyeron la orden del Salvador: “Dadles vosotros de comer,” surgieron en sus mentes todas las dificultades. Se preguntaron: “¿Iremos a las aldeas a comprar alimento?” Pero ¿qué dijo Cristo? “Dadles vosotros de comer.” Los discípulos trajeron a Jesús todo cuanto tenían; pero él no los invitó a comer. Les mandó que sirvieran al pueblo. El alimento se multiplicó en sus manos, y las de los discípulos, al tenderse hacia Cristo, nunca quedaban vacías. La escasa reserva alcanzó para todos. Satisfecha ya la gente, los discípulos comieron con Jesús del precioso alimento venido del cielo. MC 31.4

Cuando vemos las necesidades de los pobres, ignorantes y afligidos, ¡cuántas veces flaquean nuestros corazones! Preguntamos: “¿Qué pueden nuestra débil fuerza y nuestros escasos recursos para satisfacer tan terrible necesidad? ¿No deberíamos esperar que alguien más competente que nosotros dirija la obra, o que alguna organización se encargue de ella?” Cristo dice: “Dadles vosotros de comer.” Valeos del tiempo, de los medios, de la capacidad de que disponéis. Llevad a Jesús vuestros panes de cebada. MC 32.1

Aunque vuestros recursos sean insignificantes para alimentar a millares de personas, pueden bastar para dar de comer a una sola. En manos de Cristo, pueden hartar a muchos. A imitación de los discípulos, dad lo que tenéis. Cristo multiplicará la ofrenda y recompensará la sencilla confianza y la buena fe que en él se haya depositado. Lo que parecía escasa provisión resultará abundante festín. MC 32.2

“El que siembra con mezquindad, con mezquindad también segará; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. ... Puede Dios hacer que toda gracia abunde en vosotros; a fin de que, teniendo siempre toda suficiencia en todo, tengáis abundancia para toda buena obra; según está escrito: MC 32.3

“Ha esparcido, ha dado a los pobres;
su justicia permanece para siempre.”
MC 32.4

“Y el que suministra simiente al sembrador, y pan para manutención, suministrará y multiplicará vuestra simiente para sembrar, y aumentará los productos de vuestra justicia.” 2 Corintios 9:6-10 (VM). MC 32.5