El Ministerio de Curación

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Las visitas a los enfermos

Es una bondad mal encauzada, y una idea errónea de lo que debe ser la cortesía, lo que mueve a visitar mucho a los enfermos. Los enfermos de gravedad no deben recibir visitas, pues éstas acarrean una agitación que fatiga al paciente cuando más necesita de tranquilidad y descanso no interrumpido. MC 169.2

A un convaleciente o a un enfermo crónico le consuela saber que no se le olvida; pero esta seguridad, llevada al enfermo por medio de un mensaje de simpatía o de algún obsequio, da muchas veces mejor resultado que una visita personal, y no entraña peligro para el enfermo. MC 169.3

En los sanatorios y hospitales, donde los enfermeros tratan de continuo con numerosos enfermos, se requieren esfuerzos decididos para guardar siempre un continente agradable y alegre, y dar prueba de cuidadosa consideración en palabras y actos. En dichos establecimientos es de la mayor importancia que los enfermeros procuren desempeñar su trabajo juiciosamente y a la perfección. Es preciso que recuerden siempre que al desempeñar sus tareas diarias están sirviendo al Señor. MC 169.4

Los enfermos necesitan que se les hable con sabiduría y prudencia. Los enfermeros deberán estudiar la Biblia cada día para poder decir palabras que iluminen y ayuden al enfermo. Hay ángeles de Dios en las habitaciones en que son atendidos estos enfermos, y la atmósfera que rodea a quienes los tratan debe ser pura y fragante. Médicos y enfermeros deben estimar y practicar los principios de Cristo. En su conducta deben manifestarse las virtudes cristianas, y así, con sus palabras y hechos, atraerán a los enfermos al Salvador. MC 170.1

El enfermero cristiano, al par que aplica el tratamiento para la restauración de la salud, dirigirá con gusto y con éxito la mente del paciente hacia Cristo, quien cura el alma tanto como el cuerpo. Las ideas que el enfermero presente ejercerán poco a poco su influencia. Los enfermeros de más edad no deben desperdiciar ninguna oportunidad de llamar la atención de los enfermos hacia Cristo. Deben estar siempre dispuestos a combinar la curación espiritual con la física. MC 170.2

Los enfermeros deben enseñar con la mayor bondad y ternura que quien quiera restablecerse debe dejar de quebrantar la ley de Dios. Debe repudiar la vida de pecado. Dios no puede bendecir a quien siga acarreándose la enfermedad y el dolor, violando a sabiendas las leyes del Cielo. Pero Cristo, por medio del Espíritu Santo, es poder sanador para quienes dejan de hacer el mal y aprenden a hacer el bien. MC 170.3

Los que no aman a Dios obrarán siempre contra los intereses vitales del alma y del cuerpo; pero los que reconocen la importancia de vivir obedeciendo a Dios en este mundo perverso consentirán en desprenderse de todo hábito culpable. La gratitud y el amor llenarán su corazón. Saben que Cristo es su amigo. En muchos casos, el reconocimiento de que tienen semejante amigo significa más que el mejor tratamiento para el restablecimiento de los que sufren. Pero ambos aspectos del ministerio son esenciales y están estrechamente unidos. MC 170.4