Ser Semejante a Jesús

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Los cristianos deben ser estrictamente temperantes, gobernados por principios, 16 de octubre

Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios. 1 Corintios 10:31. SSJ 296.1

El apóstol Pablo escribe: “¿No sabéis que todos los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser reprobado”. 1 Corintios 9:24-27. SSJ 296.2

Hay muchos en el mundo que complacen hábitos perniciosos. El apetito es la ley que los gobierna. Y debido a sus hábitos erróneos, el sentido moral es oscurecido y el poder de discernir cosas sagradas es destruido en gran medida. Pero es necesario que los cristianos sean estrictamente temperantes. Deben colocar la norma alta. La temperancia en el comer, el beber y el vestir es esencial. Los principios deben tener la primacía en lugar del apetito o el antojo. Los que comen demasiado, o que ingieren alimentos de una clase objetable, son fácilmente inducidos a la disipación, y a las otras “codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición”. 1 Timoteo 6:9. Los “colaboradores de Dios” deben usar todo ápice de su influencia para estimular la siembra de los verdaderos principios de la temperancia. SSJ 296.3

Significa mucho ser leal a Dios. Él tiene derechos sobre todos los que están empeñados en su servicio. Él desea que la mente y el cuerpo sean preservados en la mejor condición de salud, y que toda facultad y atributo se hallen bajo el dominio de lo divino, y que sean tan vigorosos como los hábitos de cuidado y estricta temperancia puedan hacerlos. Estamos bajo una obligación ante Dios: la de hacer una consagración sin reserva de nosotros mismos a él, en cuerpo y alma, con todas las facultades apreciadas como dones que él nos confiara, para ser empleados en su servicio. SSJ 296.4

Todas nuestras energías y capacidades han de ser constantemente fortalecidas y mejoradas durante este período de prueba. Solamente los que aprecian estos principios, y han sido educados a cuidar de sus cuerpos inteligentemente y en el temor de Dios, deben ser elegidos para asumir responsabilidades en esta obra... Toda iglesia necesita un testimonio claro y preciso, que dé a la trompeta un sonido certero.—Consejos sobre el Régimen Alimenticio, 184, 185. SSJ 296.5