Reflejemos a Jesús

96/366

Una fuente que satisface a todos, 5 de abril

Mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás. Juan 4:14. RJ 101.1

¿Qué dijo Jesús a la mujer samaritana junto al pozo de Jacob?... “Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna”Juan 4:13, 14. RJ 101.2

El agua a la que Cristo se refería era la revelación de su gracia en su Palabra. Su espíritu, su enseñanza, su amor es como una fuente que satisface a cada alma. Toda otra fuente a la cual los hombres echen mano resultará insatisfactoria; pero la palabra de verdad es como frescos torrentes, representados como las aguas del Líbano, que siempre satisfacen. En Cristo hay plenitud de gozo para siempre. Los placeres y diversiones del mundo nunca satisfacen ni son saludables para el alma. Pero Jesús dice: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna”Juan 6:54. RJ 101.3

La presencia de la gracia de Cristo en su Palabra habla siempre al alma, representándolo corno el pozo de agua viva para refrescar al sediento. Es nuestro privilegio tener un Salvador vivo, permanente. El es nuestra fuente de poder espiritual, y su influencia abundará en palabras y acciones que refrescarán a quienes se encuentren dentro de nuestra esfera de influencia, generando en ellos deseos y aspiraciones de fortaleza y pureza, de santidad y paz, de aquel gozo al que no lo acompañan sombras. Tal experiencia será el resultado de tener a Cristo como un Salvador que mora en nosotros. RJ 101.4

Jesús... caminó una vez como hombre sobre la tierra, su divinidad vestida de humanidad, como un hombre sufriente, tentado, acosado por los engaños de Satanás... Ahora El está a la diestra de Dios; está en el cielo como nuestro abogado, intercediendo por nosotros. Debemos siempre tomar aliento y esperanza al meditar en ello. El está pensando en quienes están sujetos a las tentaciones en este mundo. Piensa en nosotros individualmente, y conoce cada necesidad nuestra. Cuando sea tentado, tan sólo diga: El cuida de mí; El intercede por mí; El me ama; El murió por mí. Me entregaré sin reservas a El. RJ 101.5

Agraviamos el corazón de Cristo cuando nos lamentarnos de nosotros mismos como si fuéramos nuestros propios salvadores. No; debemos confiar la custodia de nuestras almas a Dios como a un fiel Creador. El siempre vive para interceder por nosotros, los tentados y probados. Abra su corazón a los resplandecientes rayos del Sol de justicia, y no permita que un aliento de duda, ni una palabra de descreimiento escape de sus labios, no sea que siembre la semilla de la duda. Hay ricas bendiciones para nosotros; tomémoslas por medio de la fe. Le ruego que tome ánimo en el Señor. La fortaleza divina es nuestra; hablemos de valor, fortaleza y fe.—The Signs of the Times, 3 de septiembre de 1896. RJ 101.6