Reflejemos a Jesús

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La ley de Dios contra la ley del yo, 11 de febrero

Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos. Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia. Romanos 5:19, 20. RJ 48.1

[Adán] no decidió desafiar a Dios, ni en ninguna forma habló contra Dios; simplemente fue en dirección contraria a la orden expresa de El. Cuántos están hoy haciendo lo mismo, y su culpa es de mucha mayor magnitud porque tienen el ejemplo de la experiencia de Adán en la desobediencia y sus terribles resultados, para advertirlos de las consecuencias de la transgresión de la ley de Dios. De esta manera tienen clara luz sobre este tema, y ninguna excusa para su culpa de negar y desobedecer la autoridad de Dios. Adán no se detuvo a calcular el resultado de su desobediencia. RJ 48.2

Podemos estar aquí abajo... y con el privilegio de la visión retrospectiva, podemos ver lo que significa desobedecer los mandamientos de Dios. Adán cedió a la tentación, y al ver nosotros el tema del pecado y sus consecuencias presentado en forma tan clara ante nosotros, podemos razonar de causa a efecto y ver que la dimensión del acto no es lo que constituye el pecado, sino la desobediencia a la voluntad expresa de Dios, lo que es una virtual negación de Dios, al rechazar las leyes de su gobierno. La felicidad del hombre reside en su obediencia a las leyes de Dios. En su obediencia a la ley de Dios se ve rodeado como por un cerco y guardado del mal. RJ 48.3

Ningún hombre puede ser feliz, apartarse de los requerimientos específicos de Dios, y establecer para sí mismo una norma que decida que puede seguir con seguridad. Habría una gran variedad de normas para adaptarse a las diferentes mentes; el gobierno sería arrancado de las manos del Señor y los seres humanos tomarían las riendas del gobierno. La ley del yo es erigida, la voluntad del hombre es hecha suprema, y cuando la elevada y santa voluntad de Dios es presentada para ser obedecida, respetada y honrada, el hombre deseará seguir su propio camino y obedecer sus propios impulsos, y surge una controversia entre el agente humano y el divino. RJ 48.4

La caída de nuestros primeros padres quebró la cadena dorada de la obediencia sin reservas de la voluntad humana a la divina. La obediencia ya no fue considerada como una necesidad absoluta. Los agentes humanos siguen sus propias imaginaciones, que el Señor señaló que en los habitantes del mundo antiguo “eran de continuo solamente el mal”. El Señor Jesús declara: “He guardado los mandamientos de mi Padre” ¿Cómo? Como hombre. He aquí, he venido para hacer tu voluntad, oh Dios. Ante las acusaciones de los judíos El se mantuvo firme en su puro, virtuoso y santo carácter y los desafió: “¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?”—Manuscrito 1, de 1892. RJ 48.5