La Edificación del Carácter

60/74

El amor hacia Dios y el hombre

Aquellos que tienen un amor genuino hacia Dios, manifestarán un ferviente deseo de conocer su voluntad y de realizarla. Dice el apóstol Juan, cuyas epístolas tratan tanto acerca del amor: “Este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos”. 1 Juan 5:3. El hijo que ama a sus padres manifestará ese amor por una obediencia voluntaria; pero el niño egoísta, desagradecido, trata de hacer tan poco como sea posible por sus padres, en tanto que al mismo tiempo desea gozar de todos los privilegios concedidos a un hijo fiel y obediente. La misma diferencia se ve entre los que profesan ser hijos de Dios. Muchos que saben que son los objetos del amor y cuidado de Dios, y que desean recibir sus bendiciones, no encuentran placer en hacer su voluntad. Consideran los requisitos de Dios para con ellos como una restricción desagradable, sus mandamientos como un yugo gravoso. Pero el que está buscando verdaderamente la santidad del corazón y la vida, se deleita en la ley de Dios, y se lamenta únicamente de que esté tan lejos de cumplir sus requerimientos. ECFP 80.1

Se nos ordena amarnos los unos a los otros como Cristo nos amó a nosotros. El ha manifestado su amor deponiendo su vida para redimirnos. El discípulo amado dice que debemos estar dispuestos a poner nuestras vidas por los hermanos. Pues “todo aquel que ama al que engendró, ama también al que ha sido engendrado por él”. 1 Juan 5:1. Si amamos a Cristo, amaremos también a los que se le parecen en su vida y carácter. Y no solamente así, sino que también amaremos a aquellos que están “sin esperanza y sin Dios en el mundo”. Efesios 2:12. Fue para salvar a los pecadores por lo que Cristo dejó su hogar en el cielo, y vino a la tierra a sufrir y a morir. Por esto él sufrió y agonizó y oró, hasta que, con el corazón quebrantado y abandonado por aquellos a quienes vino a salvar, derramó su vida en el Calvario. ECFP 81.1