En los Lugares Celestiales

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La oración mueve el cielo, 9 de marzo

Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Mateo 7:7. ELC 77.1

¿Por qué no recibimos más de Aquel que es la Fuente de luz y poder? Esperamos demasiado poco. ¿Ha perdido Dios su amor por el hombre? ¿No sigue fluyendo su amor hacia la tierra? ... ELC 77.2

No avaluamos como debiéramos el poder y la eficacia de la oración. “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles”. Romanos 8:26. Dios desea que vayamos a él en oración para que él pueda alumbrar nuestras mentes. Solamente él puede darnos claras concepciones de la verdad. El sólo puede ablandar y subyugar el corazón. Puede agudizar el entendimiento para discernir la verdad del error. Puede afirmar la mente vacilante y darle un conocimiento y una fe que soportarán la prueba. Orad, pues; orad sin cesar. El Señor que oyó la oración de Daniel, oirá la vuestra si os acercáis a él como Daniel lo hizo. ELC 77.3

Vivamos en estrecha comunión con Dios. El gozo del cristiano consiste en un sentido del amor y el cuidado de Dios por sus hijos, y en la seguridad de que no los dejará solos en sus debilidades.—The Review and Herald, 24 de marzo de 1904. ELC 77.4

Necesitamos saber cómo orar. No son las oraciones insustanciales y abatidas las que se aferran de los atributos divinos. La oración es oída por Dios cuando proviene de un corazón quebrantado por un sentimiento de indignidad. La oración fue instituida para nuestro consuelo y salvación, para que mediante la fe y la esperanza podamos echar mano de las ricas promesas de Dios. La oración es la expresión de los deseos de un alma hambrienta y sedienta de justicia.—Carta 121, 1901... ELC 77.5

La oración mueve el cielo. Ese poder que únicamente viene en respuesta a la oración hará sabios a los hombres en la sabiduría del cielo y los capacitará para trabajar en la unidad del Espíritu, unidos con los vínculos de paz.—The Review and Herald, 28 de enero de 1904. ELC 77.6