En los Lugares Celestiales

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Uno con Cristo, 19 de febrero

Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. Juan 15:5. ELC 58.1

La conexión de Cristo con su pueblo creyente está ilustrada por esta parábola como por ninguna otra.—The Review and Herald, 18 de septiembre de 1900. ELC 58.2

No había la menor excusa para que sus oyentes malentendieran sus palabras. La figura que usó era como un espejo puesto delante de ellos... ELC 58.3

Todos los que reciben a Cristo por la fe llegan a ser uno con él. Los pámpanos no están atados a la vid; no están unidos a ella por algún proceso mecánico de unión artificial. Están unidos de tal forma que llegan a formar parte de ella. Están alimentados por las raíces de la vid. Así, los que reciben a Cristo por fe llegan a ser uno con él en principio y en acción. Están unidos con él, y la vida que viven es la vida del Hijo de Dios. Ellos derivan su vida de Aquel que es vida. ELC 58.4

Puede repetirse el bautismo una y otra vez, pero en sí mismo no tiene el poder de cambiar el corazón humano. El corazón debe estar unido con el corazón de Cristo, la voluntad debe estar sumergida en su voluntad, la mente debe llegar a ser una con su mente, los pensamientos deben ser reducidos a cautividad a él... ELC 58.5

Cristo ha provisto medios por los cuales nuestra vida entera sea una comunión ininterrumpida con él; pero la conciencia de la presencia permanente de Cristo viene solamente a través de la fe viviente... ELC 58.6

Contemplen todos la perfección que es su privilegio alcanzar, y háganse la pregunta: ¿Está mi voluntad sumergida en la de Cristo? ¿Puede verse la plenitud y la riqueza de la Vid Viviente—su bondad, su compasión, su misericordia y su amor—en mi vida y en mi carácter?—Ibid. ELC 58.7