En los Lugares Celestiales

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Amistémonos con Dios, 2 de enero

Vuelve ahora en amistad con él, y tendrás paz; y por ello te vendrá bien. Toma ahora la ley de su boca, y pon sus palabras en tu corazón. Job 22:21, 22. ELC 10.1

Desde el principio ha sido el plan estudiado de Satanás hacer que los hombres se olvidaran de Dios para poder así adueñárselos. Ha procurado, pues, desfigurar el carácter de Dios a fin de que los hombres abriguen un falso concepto de él. Ante la mente de ellos, el Creador ha sido presentado como revestido con los atributos del príncipe del mal—como arbitrario, severo e implacable—para que fuera temido, rehuido y aun odiado por los hombres... ELC 10.2

Cristo vino para revelar a Dios ante el mundo como un Dios de amor, de misericordia, ternura y compasión. El Redentor del mundo despejó las densas tinieblas con las que Satanás había recubierto el trono de la Deidad, y otra vez el Padre fue manifestado a los hombres como la Luz de la vida... ELC 10.3

Cristo se apena al ver a hombres tan absortos por los cuidados terrenales y las perplejidades de sus negocios que no tienen tiempo para conocer a Dios. Para ellos el cielo es un lugar extraño pues lo han eliminado de su cómputo. No estando familiarizados con las cosas celestiales, se cansan de oír hablar de ellas. No les gusta que se turbe su mente debido a su necesidad de salvación. Pero el Señor desea turbar su mente para que puedan conocerlo mejor en el tiempo en que les ofrece su salvación... ELC 10.4

Llegará el día cuando la terrible acusación de la ira de Dios será pronunciada contra los que han persistido en su deslealtad hacia él... Pero no necesitáis estar entre los que quedarán bajo su ira. Vivimos en el día de su salvación. La luz de la cruz del Calvario reluce con rayos claros y brillantes, revelando a Jesús nuestro sacrificio por el pecado. ELC 10.5

Dios desea restaurar su imagen en vosotros. Creed que es vuestro Ayudador. Resolveos a amistaros con él. Al acercaros a él con confesión y arrepentimiento, se acercará a vosotros con misericordia y perdón.—The Review and Herald, 15 de febrero de 1912. ELC 10.6