En los Lugares Celestiales

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En las manos del alfarero, 22 de enero

Ahora pues, Jehová, tú eres nuestro padre; nosotros barro, y tú el que nos formaste; así que obra de tus manos somos todos nosotros. Isaías 64:8. ELC 30.1

En su Palabra, Dios se compara a sí mismo con un alfarero y a su pueblo con barro. La obra de él es la de modelarnos y formarnos a su semejanza. La lección que debemos aprender es una lección de sumisión. No ha de resaltar el yo. Si se da la debida atención a la instrucción divina, si el yo se somete a la voluntad divina, la mano del Alfarero producirá un vaso simétrico.—The S.D.A. Bible Commentary 4:1154. ELC 30.2

La excelencia de una genuina relación con Cristo proviene de la obediencia a las palabras: “Tomad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí ...” El obrero que ha experimentado esto tiene un intenso anhelo de conocer la plenitud del amor que sobrepuja todo conocimiento. Constantemente aumenta su capacidad para disfrutar del amor de Dios. Aprendiendo diariamente en la escuela de Cristo, tiene una capacidad que constantemente aumenta para captar el significado de las sublimes verdades que son tan abarcantes como la eternidad... ELC 30.3

Comprende que él es un material con el cual está obrando Dios y que debe ser pasivo en las manos del Maestro... ELC 30.4

Si busca al Señor con humildad y confianza, cada prueba resultará para su bien. A veces le parecerá que fracasa, pero su supuesto fracaso para alcanzar el lugar donde esperaba estar puede ser el camino de Dios para hacerle avanzar. Piensa que ha fracasado, pero su supuesto fracaso significa un mejor conocimiento de sí mismo y una confianza más firme en Dios... Quizá cometa errores, pero aprende a no repetir esos errores... ELC 30.5

El Señor desea que seamos mansos, humildes y contritos, y que sin embargo estemos llenos con la seguridad que proviene de un conocimiento de la voluntad de Dios. “No nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio... Quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia”.—Manuscrito 121, 1902. ELC 30.6