El Cristo Triunfante

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El peligro de la indiferencia a la luz, 7 de noviembre

“Y esta es la condenación; que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas”. Juan 3:19. CT 320.1

La pérdida de un alma se representa como una catástrofe comparada con la ganancia de un mundo que se hunde en la insignificancia... Jerusalén representa a cada alma que descuida los privilegios presentes y rechaza la luz que Dios le ha enviado. ¿Se han apreciado los consejos de Dios? ¿Se han aceptado las súplicas y advertencias enviadas por sus siervos? ¿Se han escuchado las objeciones? Oh, si individualmente mejoráramos los dorados momentos de “éste tu día”, no sea que venga la palabra, “pero ahora está encubierta a tus ojos”. Si la luz resplandece en nuestro día debemos recibirla, apreciarla y andar en ella, sin esperar a ver si acaso hay personajes prominentes o eruditos que la aceptan... CT 320.2

Las palabras de Cristo [son]: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir”... Jesús contemplaba los siglos venideros y veía que el mundo cristiano llegaría a pensar y enseñar que la muerte de Cristo abrogó la ley del Padre. Por lo tanto, formula una declaración definida a fin de liberar del engaño a toda mente que esté dispuesta a hacerlo... CT 320.3

Hubo hombres y mujeres que murieron sin observar el séptimo día, el sábado. Fueron buenas personas y vivieron según la luz que tuvieron. No se los puede responsabilizar por una luz que nunca han tenido. Somos responsables por la luz que brilla en nuestros días. Es absurdo excusar nuestra transgresión de la ley de Dios arguyendo que hubo buenas personas en la generación pasada que no la guardaron... CT 320.4

Nunca será seguro ser indiferente a la luz. El hecho de que ciertas personalidades, supuestamente importantes, no hayan obedecido la ley de Dios, ¿sería fundamento para que nosotros la transgredamos?... Los que persiguieron a Cristo fueron los escribas, los gobernantes, los sacerdotes, los hombres que desempeñaban el oficio sagrado: aquellos que creían que su justicia estaba por encima de todo el mundo. Estos hombres supuestamente piadosos fueron los más feroces perseguidores que tuvo Cristo... Fueron los maestros del pueblo los que se burlaron de él cuando colgaba de la cruz. CT 320.5

Los profesos cristianos de nuestros días que rechazan la luz no serán más favorables con quienes reciben y se regocijan en ella de lo que fueron los judíos en los días de Cristo. Si hubieran reconocido que él era el Príncipe de la vida, no lo hubieran crucificado. ¿Por qué no lo supieron? Porque rechazaron toda evidencia que les fue dada indicando que Cristo era el Mesías... Considerarán a los creyentes como seres débiles e insignificantes, como un grupo de fanáticos y se referirán a ellos en tono burlón.—Carta 35a, 1877. CT 320.6