El Cristo Triunfante

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Dios advirtió a Satanás, 22 de enero

“Y pondré enemistad entre ti y la mujer”. Génesis 3:15. CT 30.1

Hay una contienda entre las fuerzas del bien y las del mal, entre los ángeles leales y los infieles. Cristo y Satanás no concuerdan y jamás podrán hacerlo. En cada época la verdadera iglesia de Dios ha librado una lucha contra las agencias del mal. Y esta pugna, entre los ángeles malignos y las personas malvadas, por un lado, contra los ángeles del cielo y los verdaderos creyentes, por el otro; ha de continuar hasta el fin del conflicto. CT 30.2

Esta violenta batalla incrementará su fiereza a medida que se acerque el fin. A los que se han unido a los agentes satánicos, el Señor los ha designado como hijos de las tinieblas. No existe, ni podrá existir, enemistad natural entre los ángeles caídos y los seres humanos caídos. Ambos son malvados. Por causa de la apostasía ambos abrigan malos sentimientos. Los ángeles malvados y los impíos se han asociado en una confederación desesperada en contra del bien. Satanás sabía que si podía inducir a la raza humana a unirse con él y su rebelión, como lo había hecho con los ángeles, conformaría una poderosa fuerza con la cual podría llevar adelante su rebelión. CT 30.3

En medio de las huestes del mal reina la irritación y las rencillas, sin embargo, todos están firmemente aliados en la lucha contra el cielo. El objetivo común es menospreciar a Dios, y su gran número los induce a abrigar la esperanza de que serán capaces de destronar al Dios Omnipotente. CT 30.4

Cuando Adán y Eva fueron puestos en el jardín del Edén, eran inocentes y puros y estaban en perfecta armonía con el Creador. En la naturaleza de sus corazones no había la menor sombra de enemistad. Pero cuando cayeron en transgresión perdieron su pureza. Llegaron a ser malvados porque se colocaron del lado del enemigo caído e hicieron lo que Dios específicamente les ordenó que no hicieran. Y si Dios no hubiera intervenido la raza humana caída habría establecido una firme alianza con Satanás en abierta enemistad con el cielo. Pero cuando el Señor dijo: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”, Satanás supo que aunque había tenido éxito al hacer pecar a los seres humanos, aunque los había conducido a creer en su mentira y cuestionar a Dios, aunque había logrado depravar la naturaleza humana, algún arreglo se había hecho por el cual los seres que habían caído alcanzarían una posición ventajosa y su naturaleza recuperaría la piedad. Comprendió que sus propias acciones al tentarlos se volverían contra él y que sería colocado en una posición desde la cual jamás llegaría a ser un vencedor. CT 30.5

Al decir, “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya”, Dios se comprometió a implantar en los seres humanos un nuevo principio, el odio por el pecado, el engaño, la vanidad y por todo aquello que lleve el sello de las estratagemas de Satanás.—Manuscrito 72, 1904. CT 30.6