El Discurso Maestro de Jesucristo

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“No deis lo santo a los perros”.

Jesús se refiere aquí a una clase de personas que no tiene ningún deseo de escapar de la esclavitud del pecado. Por haberse entregado a lo corrupto y vil, su naturaleza se ha degradado de tal manera que se aferran al mal y no quieren separarse de él. Los siervos de Cristo no deben permitir que los estorben quienes sólo consideran el Evangelio como tema de contención e ironía. DMJ 110.1

El Salvador jamás pasó por alto a una sola alma, por hundida que estuviera en el pecado, si estaba dispuesta a recibir las verdades preciosas del cielo. Para los publicanos y rameras, sus palabras eran el comienzo de una vida nueva. María Magdalena, de quien él echó siete demonios, fue la última en alejarse de su sepulcro y la primera a quien él saludó en la mañana de la resurrección. Saulo de Tarso, uno de los enemigos acérrimos del Evangelio, fue el que se transformó en Pablo, el ministro consagrado de Cristo. Bajo una apariencia de odio y desprecio, aun de crimen y de degradación, puede ocultarse un alma a la que la misericordia de Cristo rescatará y que relucirá como gema en la corona del Redentor. DMJ 110.2