El Discurso Maestro de Jesucristo
“Si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz”.
Lo que el Señor señala en estas palabras es la sinceridad de propósito, la devoción indivisa a Dios. Si existe esta sinceridad de propósito, y no hay vacilación para percibir y obedecer la verdad a cualquier costo, se recibirá luz divina. La piedad verdadera comienza cuando cesa la transigencia con el pecado. Entonces la expresión del corazón será la del apóstol Pablo: “Una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”. “Aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo”.10 DMJ 78.3
Cuando la vista está cegada por el amor propio, hay solamente oscuridad. “Pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas”. Era ésta la oscuridad que envolvió a los judíos en obstinada incredulidad y los imposibilitó para comprender el carácter y la misión del que vino a salvarlos de sus pecados. DMJ 78.4
El ceder a la tentación empieza cuando se permite a la mente vacilar y ser inconstante en la confianza en Dios. Si no decidimos entregarnos por completo a Dios, quedamos en tinieblas. Cuando hacemos cualquier reserva, abrimos la puerta por la cual Satanás puede entrar para extraviarnos con sus tentaciones. El sabe que si puede oscurecer nuestra visión para que el ojo de la fe no vea a Dios, no tendremos protección contra el pecado. DMJ 78.5
El predominio de un deseo pecaminoso revela que el alma está engañada. Cada vez que se cede a dicho deseo se refuerza la aversión del alma contra Dios. Al seguir el sendero elegido por Satanás, nos vemos envueltos por las sombras del mal; cada paso nos lleva a tinieblas más densas y agrava la ceguera del corazón. DMJ 79.1
En el mundo espiritual rige la misma ley que en el natural. Quien more en tinieblas perderá al fin el sentido de la vista. Estará rodeado por una oscuridad más densa que la de medianoche, y no le puede traer luz el mediodía más brillante. “Anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos”.11 Por abrigar el mal con persistencia, por despreciar con obstinación las súplicas del amor divino, el pecador pierde el amor a lo bueno, el deseo de Dios y aun la capacidad misma de recibir la luz del cielo. La invitación de la misericordia sigue rebosando amor, la luz brilla con tanto resplandor como cuando iluminó por vez primera el alma; pero la voz cae en oídos sordos; la luz, en ojos cegados. DMJ 79.2
Ninguna alma se encuentra desamparada definitivamente por Dios ni abandonada para seguir sus propios pasos, mientras haya esperanza de salvarla. “Dios no se aparta del hombre, sino el hombre de Dios”. Nuestro Padre celestial nos sigue con amonestaciones, súplicas y promesas de compasión hasta que las nuevas oportunidades y privilegios resultan totalmente inútiles. La responsabilidad es del pecador. Al resistir hoy al Espíritu de Dios, apareja el camino para la segunda oposición a la luz cuando venga con mayor poder. Así va de oposición en oposición, hasta que la luz no lo conmueve más, y él no responde ya de ninguna manera al Espíritu de Dios. Entonces aun la luz que está en él se ha convertido en tinieblas. La verdad misma que conocía se ha pervertido de tal manera que intensifica la ceguera del alma. DMJ 79.3