El Discurso Maestro de Jesucristo
“Cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón”.
Los judíos se enorgullecían de su moralidad y se horrorizaban de las costumbres sensuales de los paganos. La presencia de los jefes romanos, enviados a Palestina por causa del gobierno imperial, era una ofensa continua para el pueblo; porque con estos gentiles habían venido muchas costumbres paganas, lascivia y disipación. En Capernaum, los jefes romanos asistían a los paseos y desfiles con sus frívolas mancebas, y a menudo el ruido de sus orgías interrumpía la quietud del lago cuando sus naves de placer se deslizaban sobre las tranquilas aguas. La gente esperaba que Jesús denunciase ásperamente a esa clase; pero con asombro escuchó palabras que revelaban el mal de sus propios corazones. DMJ 54.1
Cuando se aman y acarician malos pensamientos, por muy en secreto que sea, dijo Jesús, se demuestra que el mal reina todavía en el corazón. El alma sigue sumida en hiel de amargura y sometida a la iniquidad. El que halla placer espaciándose en escenas impuras, cultiva malos pensamientos y echa miradas sensuales, puede contemplar en el pecado visible, con su carga de vergüenza y aflicción desconsoladora, la verdadera naturaleza del mal que lleva oculto en su alma. El momento de tentación en que posiblemente se caiga en pecado gravoso no crea el mal que se manifiesta; sólo desarrolla o revela lo que estaba latente y oculto en el corazón. “Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él”, ya que del corazón “mana la vida”.26 DMJ 54.2