Dios nos Cuida

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Nuestro divino redentor, 2 de mayo

El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse. Filipenses 2:6. DNC 131.1

Debido a que únicamente la Divinidad podía ser eficaz en la restauración del hombre de la ponzoñosa herida de la serpiente, Dios mismo, en su Unigénito, tomó la naturaleza humana, y en la debilidad de la naturaleza humana mantuvo el carácter de Dios, vindicó su santa ley en todo respecto, y aceptó la sentencia de ira y de muerte para los hijos de los hombres. ¡Qué pensamiento es éste! El que había sido uno con el Padre antes de que fuera hecho el mundo, tuvo tal compasión para el mundo perdido y arruinado por la transgresión, que dio su vida como rescate por él. El que era el resplandor de la gloria del Padre, la expresa imagen de su persona, llevó nuestros pecados en su cuerpo en el madero, sufriendo el castigo de la transgresión del hombre hasta que se satisfizo la justicia y no se requirió más. ¡Cuán grande es la redención que se ha efectuado para nosotros! Tan grande que el Hijo de Dios murió la cruel muerte de la cruz para darnos vida e inmortalidad por la fe en él. DNC 131.2

Este admirable problema, cómo podía Dios ser justo y, sin embargo, ser el justificador del pecador, está más allá de la percepción mental humana. Cuando tratamos de sondearlo, se amplía y profundiza más allá de nuestra comprensión. Cuando miramos hacia la cruz del Calvario con el ojo de la fe, y vemos nuestros pecados colocados sobre la víctima que allí pende en debilidad e ignominia, cuando comprendemos el hecho de que éste es Dios, el Padre eterno, el Príncipe de paz, somos impulsados a exclamar: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre”. 1 Juan 3:1... DNC 131.3

Cuando el hombre pueda medir el excelso carácter del Señor de los ejércitos, y distinguir entre el Dios eterno y el hombre finito, sabrá cuán grar de ha sido el sacrificio del cielo para sacar al hombre de donde estaba caído por la desobediencia para formar parte de la familia de Dios... La divinidad de Cristo es nuestra seguridad de vida eterna... El, quien llevó los pecados del mundo, es nuestro único medio de reconciliación con un Dios santo.* DNC 131.4