Cristo Nuestro Salvador

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Ante Anas, Caifas y el Sanedrin

Jesús fué llevado del huerto de Getsemaní seguido por aquella turba ruidosa. Andaba con dolor, pues sus manos estaban fuertemente atadas y los soldados le custodiaban estrechamente. CNS 102.1

Primero fué llevado a casa de Anás quien en tiempos anteriores había tenido el cargo de sumo sacerdote, ejercido ahora por su yerno Caifás. El maligno Anás había pedido ser el primero en ver a Jesús Nazareno cautivo y maniatado. Esperaba sacar de él algo con que asegurar su condena. CNS 102.2

Con tal propósito le hizo preguntas al Salvador respecto a sus discípulos y a sus doctrinas. A esto contestó Jesús: CNS 102.3

“Yo he hablado abiertamente al mundo; enseñaba siempre en las sinagogas y en el Templo, donde concurren todos los judíos; y nada he hablado en secreto.” CNS 102.4

Y luego agregó: “¿Por qué me preguntas a mí? pregunta a aquellos que me han oído, lo que les he hablado.” Juan 18:20, 21. CNS 102.5

Estos mismos sacerdotes habían puesto espías para que acecharan a Cristo y les refiriesen todo lo que él dijera. Por medio de estos espías los sacerdotes y gobernantes sabían todo lo que Jesús había hecho y dicho en una de las reuniones a que asistió. Estos espías habían acechado de continuo al Señor tratando de encontrar en sus palabras algo de que poderle condenar. Por esto dijo el Salvador: “Pregunta a aquellos que me han oído.” O sea: Recurrid a vuestros espías; ellos han oído todo cuanto he dicho. Bien pueden deciros lo que he enseñado. CNS 102.6

Las palabras de Jesús venían tan bien al caso y eran tan directas que el sacerdote sintió que su prisionero leía hasta lo íntimo de su alma. CNS 103.1

Pero uno de los criados, considerando que su señor no era tratado con el debido respeto por Jesús, le dió a éste una bofetada diciendo: CNS 103.2

“¿Respondes así al sumo sacerdote?” CNS 103.3

A este golpe y a esta pregunta insultante Jesús contestó con mansedumbre: CNS 103.4

“Si he hablado mal, da testimonio del mal; mas si bien, ¿por qué me hieres?” Juan 18:22, 23. CNS 103.5

Jesús hubiera podido llamar legiones de ángeles del cielo en su auxilio. Pero era parte de su misión soportar en su carácter humano todo el escarnio y todos los insultos con que la humanidad podía colmarle. CNS 103.6

De la casa de Anás, el Salvador fué llevado al palacio de Caifás. Iba a ser procesado ante el Sanedrín y mientras convocaban a los miembros de este consejo supremo de los judíos, Anás y Caifás le interrogaron otra vez sin conseguir ventaja alguna. CNS 103.7

Luego que los miembros del Sanedrín se hubieron reunido, Caifás ocupó su puesto de presidente. A cada lado de él estaban los jueces; ante ellos la guardia de soldados romanos custodiaba a Jesús; y detrás de estos soldados se encontraba la turba de acusadores. CNS 103.8

Caifás se dirigió a Jesús y le dijo que hiciera uno de sus grandes milagros ante ellos; pero el Salvador no dió señal de haberle oído. Si hubiera contestado siquiera con una de sus penetrantes miradas, como la que dirigiera a los compradores y vendedores del templo, toda aquella multitud sanguinaria se hubiera visto obligada a huír de su presencia. CNS 103.9

En aquel tiempo los judíos estaban sujetos a los romanos y no tenían derecho para aplicar la pena de muerte. El Sanedrín no podía ir más allá que examinar al reo y dar un fallo que debía ser ratificado por las autoridades romanas. CNS 104.1

Para lograr su malévolo intento, necesitaban los sacerdotes encontrar algún cargo contra Jesús que lo hiciese considerar criminal por la autoridad romana. Tenían sobradas pruebas de que Cristo había hablado contra las tradiciones judaicas y contra mucho de su ceremonial. Era muy fácil comprobar que había llamado hipócritas y asesinos a los sacerdotes y a los escribas. Pero los romanos no habrían escuchado tales acusaciones, pues ellos mismos estaban muy disgustados con las pretensiones de los fariseos. CNS 104.2

Muchos fueron los cargos que levantaron contra Jesús, pero, o hubo desacuerdo entre los testigos, o su testimonio era de tal naturaleza que no hubiera sido aceptado por el tribunal romano. Trataron de hacerle contestar a estos cargos, pero él parecía no oírles. Este silencio de Cristo había sido descrito por el profeta Isaías del modo siguiente: “Fué oprimido; pero él mismo se humilló, y no abre su boca: como cordero, es conducido al matadero; y como es muda la oveja delante de los que la esquilan, así él no abre su boca.” Isaías 53:7. CNS 104.3

Los sacerdotes comenzaron a temer que no lograrían evidencia alguna que pudieran presentar contra Cristo cuando lo llevaran preso delante de Pilato. Comprendieron que era necesario hacer un esfuerzo supremo. El sumo sacerdote, levantando la mano derecha al cielo, se dirigió a Jesús como para tomarle juramento solemne y le dijo: CNS 105.1

“¡Te conjuro por el Dios vivo, que nos digas, si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios!” Mateo 26:63. CNS 105.2

Jesús no negó su misión ni su parentesco con el Padre. Podía guardar silencio frente a los insultos personales, pero siempre se expresó clara y resueltamente respecto a su obra y a su personalidad como Hijo de Dios. CNS 105.3

Todos prestaron oído y fijaron sus miradas en él, esperando su respuesta: CNS 105.4

“Tú lo has dicho.” CNS 105.5

En el lenguaje de aquel tiempo, esto equivalía a decir: “Sí” o “Es como tú dices.” Y era la forma más enfática de contestación afirmativa. Una luz celestial pareció alumbrar por un instante el pálido rostro del Salvador cuando agregó: CNS 105.6

“Sin embargo os digo, que en adelante habéis de ver al Hijo del hombre sentado a la diestra del poder divino, y viniendo sobre las nubes del cielo.” Mateo 26:64. CNS 105.7

Con esta declaración el Salvador presentó una escena enteramente opuesta a la que entonces se desarrollaba. Señalaba el momento en que él ocupará el puesto de Juez supremo de cielo y tierra. Entonces estará sentado en el trono de su Padre y contra sus fallos no habrá apelación. CNS 105.8

Les concedió una visión anticipada del día cuando en lugar de estar rodeado y escarnecido por una multitud grosera y revoltosa, vendrá en las nubes del cielo con poder y gran gloria. Entonces será él quien pronunciará la sentencia sobre sus enemigos, entre los cuales se encontrarán aquellos que entonces le acusaron. CNS 105.9

Al declararse Jesús Hijo de Dios y Juez del mundo, el sumo sacerdote desgarró sus vestiduras para manifestar el horror que le causaba la blasfemia que acababa de oír y alzando las manos al cielo exclamó: CNS 106.1

“¡Ha blasfemado! ¿qué más necesidad tenemos de testigos? ¡He aquí, ahora habéis oído la blasfemia! ¿Qué os parece?” Los jueces respondieron: “¡Digno es de muerte!” Mateo 26:65, 66. CNS 106.2

Era contrario a la ley judaica procesar de noche a un reo. Aunque la condenación de Cristo estaba ya resuelta, debía verificarse no obstante un proceso formal durante el día. CNS 106.3

Jesús fué llevado al cuarto de la guardia, donde sufrió escarnio y ultraje de parte de los soldados y de la turba. CNS 106.4

Al romper el día fué llevado otra vez ante sus jueces y fué pronunciada la sentencia final. CNS 106.5

Una furia satánica se apoderó entonces de la muchedumbre. El ruido de sus voces era como rugido de fieras. Todos se precipitaban hacia Jesús gritando: ¡Es culpable, matadlo! y de no haber sido por los soldados romanos, Jesús habría sido despedazado. Pero las autoridades romanas intervinieron, y con la fuerza de las armas contuvieron la violencia del populacho. CNS 106.6

Los sacerdotes y gobernantes, así como otros sujetos infames y de baja ralea, se empeñaron en injuriar y matar al Salvador. Le cubrieron la cabeza con un manto viejo y le herían en el rostro diciendo: “¡Profetízanos, oh Cristol ¿quién es el que te pegó?” Mateo 26:68. CNS 106.7

Descubriéndole la cabeza, un miserable le escupió en la cara. CNS 107.1

En el registro de los ángeles de Dios consta toda mirada, toda palabra insultante y toda crueldad que tuvieron entonces por blanco la persona adorada de su Señor. Llegará el día en que esos hombres viles que escarnecieron a Cristo y escupieron en su pálido aunque sereno rostro, le contemplarán glorioso y más radiante que el sol. CNS 107.2