Cristo Nuestro Salvador

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La tentación

Después de su bautismo, Jesús fué llevado del Espíritu al desierto para ser tentado del diablo. CNS 37.1

Al ir al desierto, Cristo fué guiado por el Espíritu de Dios. No fué en busca de la tentación, sino del retiro que necesitaba para meditar acerca de su misión y de su obra. CNS 37.2

Por medio de la oración y del ayuno quería fortalecerse en previsión de la senda de aflicción y tormento que le tocaba recorrer. Mas Satanás sabía adónde había ido el Salvador; y allí fué él también para tentarle. CNS 37.3

Al alejarse Cristo de la ribera del Jordán, su rostro estaba iluminado por la gloria de Dios, pero después de haberse internado en el desierto, aquella gloria se desvaneció. CNS 37.4

Los pecados del mundo pesaban sobre él, y su rostro revelaba una tristeza y angustia cual nunca las sintiera hombre alguno. Estaba sufriendo por los pecadores. CNS 37.5

En el Edén. Adán y Eva habían desobedecido a Dios comiendo del fruto prohibido. Su desobediencia había introducido el pecado y la muerte en el mundo.* CNS 37.6

Cristo vino para dar un ejemplo de obediencia. En el desierto, después de haber ayunado cuarenta días, no quiso desviarse de la voluntad de su Padre ni siquiera para conseguir algo que comer. CNS 38.1

Nuestros primeros padres cayeron seducidos por el apetito. Con su largo ayuno Cristo iba a probar que el apetito puede ser dominado. CNS 38.2

Satanás tienta a los hombres para que se abandonen a sus apetitos, porque éstos debilitan el cuerpo y ofuscan la mente. Sabe que entonces puede engañarlos y destruírlos con más facilidad. CNS 38.3

Pero el ejemplo de Cristo nos enseña que todo mal deseo debe ser vencido. No son nuestros apetitos los que deben dominarnos, sino que nos toca a nosotros dominarlos. CNS 38.4

Cuando Satanás se presentó por primera vez a Cristo en el desierto, revestía la apariencia de un ángel de luz y se daba por mensajero del cielo. CNS 38.5

Dijo a Jesús que no era voluntad de su Padre que sufriera hambre; que bastaba con que mostrase su buena voluntad para sufrir. CNS 38.6

Cuando Jesús sentía los más agudos tormentos del hambre, Satanás le dijo: “Si Hijo eres de Dios, manda que estas piedras se hagan panes.” CNS 38.7

Pero el Salvador había venido para llevar una vida que nos sirviera de ejemplo y tenía que sufrir como nosotros; no debía hacer milagro alguno en provecho suyo. Todos sus milagros los debía hacer en beneficio de los demás, así que contestó a Satanás: CNS 38.8

“Escrito está: No de pan solamente vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” CNS 38.9

De este modo demostró que es de mucho menos importancia proveernos de alimento que obedecer a la palabra de Dios. Los que obedecen a la voluntad de Dios pueden contar, conforme a la promesa de Dios, con todo lo necesario para la vida actual, y además con la vida eterna. CNS 38.10

Habiendo fracasado en su propósito de vencer a Cristo en la primera gran tentación, Satanás le llevó a una de las almenas del templo de Jerusalén, y le dijo: “Si Hijo eres de Dios, échate de aquí abajo; porque está escrito: A sus ángeles dará encargo acerca de ti; y sobre sus manos te elevarán, para que no tropieces con tu pie en alguna piedra.” CNS 39.1

Esta vez Satanás siguió el ejemplo de Cristo al citar las Escrituras. Pero la promesa a la cual aludía el diablo no es para los que voluntariamente se ponen en peligro. Dios no había dicho a Cristo que debía echarse del templo abajo. Jesús no quiso hacerlo para agradar a Satanás, y por lo tanto le contestó: “También está escrito: No tentarás al Señor tu Dios.” CNS 39.2

Debemos confiar en el cuidado de nuestro Padre celestial; pero no debemos ir adonde él no nos manda. Tampoco debemos hacer lo que él prohibió. CNS 39.3

Por el hecho de que Dios es misericordioso y quiere perdonar, hay quienes dicen que no hay peligro en desobedecerle. Esto es presunción. Dios perdona a todos los que se lo piden y se apartan de sus pecados, pero no puede bendecir a los que le desobedecen voluntariamente. CNS 39.4

Satanás se manifestó entonces tal cual era: el príncipe de las tinieblas. Llevó a Jesús a la cumbre de un monte alto y le mostró todos los reinos del mundo. La hermosa luz del sol brillaba sobre ciudades espléndidas, palacios de mármol, campos feraces y ricos viñedos. Satanás le dijo: “Todo esto te daré, si cayendo en tierra me rindieres homenaje.” CNS 39.5

Jesús contempló un instante aquella escena y luego apartó la vista de ella. Satanás le había presentado el mundo en su forma más atractiva, pero el Salvador miraba más allá de la belleza aparente. Contemplaba al mundo en su miseria y pecado, separado de Dios. Tanta desdicha se debía a que el hombre había dejado de seguir a Dios para obedecer a Satanás. CNS 40.1

Cristo anhelaba redimir lo que se había perdido y restaurar al mundo elevándolo a un nivel más alto que el de su belleza paradisíaca. Deseaba poner al hombre en armonía con su Dios. CNS 40.2

Vencía las tentaciones en lugar del hombre, a fin de que éste pudiese vencer y llegar a ser igual a los ángeles y digno de ser reconocido como hijo de Dios. CNS 40.3

A la exigencia de Satanás, contestó: “¡Apártate, Satanás! porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solamente servirás.” Mateo 4:3-10. CNS 40.4

El amor del mundo, la ambición del poder y la soberbia de la vida—todo lo que aparta al hombre del culto de Dios,—iba incluído en esta gran tentación que el diablo le sugirió a Cristo. CNS 40.5

Satanás le ofreció a Jesús el mundo con sus riquezas con tal que rindiese homenaje al príncipe del mal. Así es como Satanás nos presenta las ventajas que se pueden conseguir haciendo el mal. CNS 40.6

Nos susurra: Para tener éxito en el mundo, es necesario servirme a mí. No seas tan escrupuloso acerca de la verdad y del honor. Sigue mis consejos y yo te daré honores, riquezas y felicidad. CNS 40.7

Si le hacemos caso adoramos a Satanás en lugar de Dios, y ello sólo nos trae miseria y ruina. CNS 41.1

Cuando Cristo dijo a Satanás: “¡Apártate!” el tentador no pudo resistir el mandato. Se vió obligado a huir. Retorciéndose de odio y de ira impotente, el jefe de los rebeldes se retiró de la presencia del Salvador del mundo. CNS 41.2

Por el momento, la lucha había terminado. La victoria de Cristo resultó tan completa como lo había sido la derrota de Adán. CNS 41.3

Así también podemos resistir las tentaciones y vencer a Satanás. El Señor nos dice: “¡Resistid al diablo, y huirá de vosotros! ¡Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros!”. Santiago 4:7, 8. CNS 41.4