Cristo en Su Santuario

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Estamos viviendo en el gran día de la expiación

Estamos viviendo ahora en el gran Día de la Expiación. Cuando en el servicio típico el sumo sacerdote hacia la expiación por Israel, todos debían afligir sus almas por medio del arrepentimiento de sus pecados y la humillación ante el Señor, si no querían verse separados del pueblo. De la misma manera, todos los que desean que sus nombres sean conservados en el libro de la vida, deben ahora, en los pocos días que les quedan de este tiempo de gracia, afligir sus almas ante Dios con verdadero arrepentimiento y dolor por sus pecados. Hay que escudriñar honda y sinceramente el corazón. Hay que extirpar el espíritu liviano y frívolo al que se entregan tantos cristianos de profesión. Empeñada lucha espera a todos aquellos que quieran subyugar las malas inclinaciones que tratan de dominarlos. La obra de preparación es una obra individual. No somos salvados en grupos. La pureza y devoción de uno no suplirá la falta de estas cualidades en otro. Si bien todas las naciones deben pasar en juicio ante Dios, sin embargo él examinará el caso de cada individuo con un escrutinio tan estricto y minucioso como si no hubiese otro ser en la Tierra. Cada uno tiene que ser probado y encontrado sin mancha, ni arruga, ni cosa semejante. CES 122.1

Solemnes son las escenas relacionadas con la obra final de expiación. Incalculables son los intereses involucrados en ella. El juicio se lleva ahora adelante en el Santuario celestial. Esta obra se viene realizando desde hace muchos años. Pronto -nadie sabe cuándo- les tocará ser juzgados a los vivos. En la augusta presencia de Dios nuestras vidas deberán ser examinadas. En este tiempo más que en cualquier otro conviene que toda alma preste atención a la advertencia del Salvador: “Velad y orad; porque no sabéis cuándo será el tiempo”. “Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti”. Marcos 13:33; Apocalipsis 3:3. CES 122.2

Cuando concluya la obra del juicio investigador, quedará decidida la suerte de todos para vida o para muerte. El tiempo de gracia terminará poco antes que el Señor aparezca en las nubes del cielo. Al mirar hacia ese tiempo, Cristo declara en el Apocalipsis: “El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía. He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra”. Apocalipsis 22:11, 12. CES 123.1

Los justos y los impíos continuarán viviendo en la Tierra en su estado mortal; los hombres seguirán plantando y edificando, comiendo y bebiendo, inconscientes todos ellos de que la decisión final e irrevocable ha sido pronunciada en el Santuario celestial. Antes del diluvio, después que Noé hubo entrado en el arca, Dios lo encerró en ella y dejó afuera a los impíos; pero por espacio de siete días la gente, sin saber que su sentencia estaba determinada, continuó en su despreocupada vida amante de los placeres y se mofaba de las advertencias de un juicio inminente. El Salvador dice: “Así será también la venida del Hijo del hombre”. Mateo 24:39. Silenciosamente, inadvertida como ladrón a medianoche, llegará la hora decisiva que marca el irrevocable destino de cada ser humano, el retiro final del ofrecimiento de misericordia dirigido a los culpables. CES 123.2

“Velad, pues... para que cuando venga de repente, no os halle durmiendo”. Marcos 13:35, 36. Peligrosa es la condición de quienes, cansándose de velar, se vuelven a los atractivos del mundo. Mientras el hombre de negocios está absorto en el afán de lucro, mientras el amante de los placeres está buscando cómo complacerse, mientras la esclava de la moda está renovando su vestuario, puede ser que en ese momento el Juez de toda la Tierra pronuncie la sentencia: “Has sido pesado en la balanza y has sido hallado falto”. Daniel 5:27 (VM).—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 533-545. CES 123.3