Cristo en Su Santuario

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Evidencias de la bendición divina

Muchos que no aceptaban su modo de ver en cuanto a la fecha exacta del segundo advenimiento, estaban convencidos de la certeza y proximidad de la venida de Cristo y de que necesitaban prepararse para ella. En algunas de las grandes ciudades, sus labores hicieron una impresión extraordinaria. Los taberneros abandonaban su negocio y convertían sus establecimientos en salas de culto; las casas de juegos cerraban; incrédulos, deístas, universalistas y hasta libertinos empedernidos -algunos de los cuales no habían entrado en algún lugar de culto por años- se corregían. Las diversas denominaciones establecían reuniones de oración en diferentes barrios, a casi cualquier hora, y los hombres de negocios se reunían al mediodía para orar y cantar. No se notaba excitación extravagante, sino que una solemnidad casi total ocupaba la mente de la gente. La obra de Miller, como la de los primeros reformadores, tendía más a convencer el entendimiento y despertar la conciencia que meramente excitar las emociones. CES 60.3

En 1833 Miller recibió de la Iglesia Bautista, de la cual era miembro, una licencia que lo autorizaba para predicar. Además, un buen número de los ministros de su denominación aprobaban su obra, y con su sanción formal él prosiguió sus labores. Viajaba y predicaba sin descanso, si bien sus labores personales se limitaban principalmente a los Estados del este y el centro de Norteamérica. Durante varios años sufragó él mismo todos sus gastos de su bolsillo, y ni aun más tarde se le costearon nunca por completo los gastos de viaje a los puntos adonde se lo invitaba. De modo que, lejos de reportarle provecho pecuniario, sus labores públicas constituían un pesado gravamen para su fortuna particular, que fue menguando durante ese período de su vida. Era padre de una familia numerosa, pero como todos eran frugales y diligentes, su finca rural bastaba para el sustento de todos ellos. CES 61.1