Cristo en Su Santuario

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El estudio de las profecías

Con profundo interés estudió los libros de Daniel y el Apocalipsis y empleó los mismos principios de interpretación que en los demás libros de la Biblia, y con gran gozo comprobó que los símbolos proféticos podían ser entendidos. Vio que, en la medida en que se habían cumplido, las profecías lo habían hecho literalmente; que todas las diferentes figuras, metáforas, parábolas, símiles, etc., o estaban explicadas en su contexto inmediato, o los términos en que estaban expresadas eran definidos en otros pasajes; y que cuando eran así explicados debían ser entendidos literalmente. Dice: “Así me convencí de que la Biblia es un sistema de verdades reveladas dadas con tanta claridad y sencillez que el viajero, por insensato que fuere, no necesita extraviarse”. Ibíd. 70. Eslabón tras eslabón de la cadena de la verdad recompensaba sus esfuerzos, a medida que paso a paso descubría las grandes líneas de la profecía. Ángeles del cielo dirigían sus pensamientos y abrían las Escrituras a su entendimiento. CES 50.3

Al tomar por criterio la manera en que las profecías se habían cumplido en lo pasado, para considerar el cumplimiento de las que estaban en el futuro, se convenció de que el concepto popular del reino espiritual de Cristo -un milenio temporal antes del fin del mundo- no estaba fundamentado en la Palabra de Dios. Esta doctrina, que indicaba mil años de justicia y paz antes de la venida personal del Señor, difería para un futuro muy lejano los terrores del día de Dios. Pero, por agradable que ella sea, es contraria a las enseñanzas de Cristo y sus apóstoles, quienes declaran que el trigo y la cizaña crecerán juntos hasta la siega al fin del mundo; que “los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor”; que “en los postreros días vendrán tiempos peligrosos”; y que el reino de las tinieblas subsistirá hasta la venida del Señor y será consumido por el espíritu de su boca y destruido con el resplandor de su venida. Mateo 13:30, 38-41; 2 Timoteo 3:13, 1; 2 Tesalonicenses 2:8. CES 51.1

La doctrina de la conversión del mundo y del reino espiritual de Cristo no era sostenida por la iglesia apostólica. No fue generalmente aceptada por los cristianos hasta casi principios del siglo XVIII. Como todos los demás errores, sus resultados fueron malos. Enseñó a los hombres a dejar para un remoto porvenir la venida del Señor y les impidió que dieran importancia a las señales precursoras de su regreso. Infundía un sentimiento de confianza y seguridad que no estaba bien fundamentado, y llevó a muchos a descuidar la preparación necesaria para encontrarse con su Señor. CES 51.2

Miller encontró que la venida literal y personal de Cristo está claramente enseñada en las Escrituras. Pablo dice: “El Señor mismo descenderá del cielo con mandato soberano, con la voz del arcángel y con trompeta de Dios”. Y el Salvador declara: “Verán al Hijo del hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y grande gloria... Porque como el relámpago sale del oriente, y se ve lucir hasta el occidente, así será la venida del Hijo del hombre”. Será acompañado por todas las huestes del cielo: “El Hijo del hombre” vendrá “en su gloria, y todos los ángeles con él”. “Y enviará sus ángeles con grande estruendo de trompeta, los cuales juntarán a sus escogidos”. 1 Tesalonicenses 4:16; Mateo 24:30, 27; 25:31; 24:31, VM. CES 52.1

A su venida los justos muertos resucitarán, y los justos que estuvieren aún vivos serán mudados. Pablo dice: “No moriremos todos, mas todos seremos transformados. En un momento, en un pestañear de ojos, al toque de la trompeta final, pues sonará la trompeta, los muertos resucitarán incorruptibles y nosotros seremos transformados. En efecto, es necesario que este ser corruptible se revista de incorruptibilidad; y que este ser mortal se revista de inmortalidad”. Y en 1 Tesalonicenses, después de describir la venida del Señor, dice: “Los muertos en Cristo resucitarán en primer lugar. Después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en nubes, junto con ellos, al encuentro del Señor en el aire. Y así estaremos siempre con el Señor”. 1 Corintios 15:51-53; 1 Tesalonicenses 4:16, 17, BJ. CES 52.2

El pueblo de Dios no puede recibir el reino antes de la venida personal de Cristo. El Señor dijo: “Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el Rey a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo!” Mateo 25:31-34, BJ. Hemos visto en los pasajes citados que cuando el Hijo del hombre venga, los muertos serán resucitados incorruptibles y los vivos serán transformados. Este gran cambio los preparará para recibir el reino; pues Pablo dice: “La carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción”. 1 Corintios 15:50, VM. En su estado presente el hombre es mortal, corruptible; pero el reino de Dios será incorruptible y sempiterno. Por tanto, en su estado presente el hombre no puede entrar en el reino de Dios. Pero cuando venga Jesús, conferirá inmortalidad a su pueblo; y luego los llamará a heredar el reino, del que hasta allí sólo habían sido presuntos herederos. CES 52.3

Éstos y otros pasajes bíblicos probaron claramente a la mente de Miller que los acontecimientos que generalmente se esperaba que se verificasen antes de la venida de Cristo -tales como el reino universal de paz y el establecimiento del reino de Dios en la Tierra- debían realizarse después del segundo advenimiento. Además, todas las señales de los tiempos y la condición del mundo correspondían a la descripción profética de los últimos días. Por el solo estudio de las Escrituras, Miller se vio forzado a concluir que el período fijado para la subsistencia de la Tierra en su estado actual estaba por terminar. CES 53.1