A Fin de Conocerle

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El poder del nombre de Jesús, 16 de septiembre

Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. Hebreos 4:16. AFC64 267.1

Cristo es nuestro modelo, el ejemplo perfecto y santo que se nos ha dado para imitarlo. Nunca podremos igualar al modelo, pero podemos imitarlo y asemejarnos a él conforme sea nuestra habilidad. Cuando caemos, desvalidos, sufriendo como resultado de nuestra comprensión de la pecaminosidad del pecado; cuando nos humillamos delante de Dios, afligiendo nuestras almas mediante el verdadero arrepentimiento y la contrición; cuando ofrecemos nuestras fervientes oraciones a Dios en el nombre de Cristo, con toda seguridad seremos recibidos por el Padre al entregarnos completamente a Dios. Deberíamos comprender en lo más íntimo de nuestra alma que nuestros esfuerzos son enteramente indignos, porque únicamente en el nombre y el poder del Vencedor podemos ser vencedores. AFC64 267.2

Si creemos en el poder del nombre de Jesús, y presentamos nuestras peticiones a Dios en su nombre, nunca seremos chasqueados. ... Nuestra ayuda procede de Dios, quien tiene todas las cosas en sus manos. Nuestra paz está en la seguridad de que su amor se derrama sobre nosotros. Si la fe capta esta seguridad, lo hemos ganado todo; si perdemos esta seguridad, todo está perdido. Cuando le entregamos a Dios todo lo que somos y lo que poseemos, y pasamos por situaciones peligrosas que nos ponen a prueba, y entramos en contacto con Satanás, deberíamos recordar que ganaremos la victoria contra el enemigo en el nombre y con el poder del Vencedor. Cada ángel recibirá la orden de acudir a nuestro rescate cuando dependemos de Cristo, en lugar de permitir que seamos vencidos. AFC64 267.3

Pero no podemos esperar obtener la victoria sin sufrimiento, porque Jesús sufrió para vencer por nosotros. Mientras sufrimos en su nombre. ... deberíamos regocijarnos porque tenemos el privilegio de participar en pequeña medida de los sufrimientos de Cristo.—The Review and Herald, 5 de febrero de 1895. AFC64 267.4