El Colportor Evangélico

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Una “atmósfera” personal

Cada persona está rodeada de una atmósfera propia, de una atmósfera que puede estar saturada del poder vivificador de la fe, el valor y la esperanza, y endulzada por la fragancia del amor. O puede ser pesada y fría por causa de la bruma del descontento y el egoísmo, o estar envenenada por la contaminación fatal de un pecado acariciado. Todo ser humano con el cual nos relacionamos queda, consciente o inconscientemente, afectado por la atmósfera que nos rodea.—Palabras de Vida del Gran Maestro, 274 (1900). CE 70.3